La democracia amordazada

Escribo estas líneas cuando se acaba de conocer el resultado de la votación realizada en el Congreso de los Diputados para aprobar la Ley Orgánica que hace efectiva la abdicación de Juan Carlos de Borbón como rey de España.

Como era de esperar no ha habido ninguna sorpresa, y los diputados del Partido Socialista Obrero Español han votado a favor de la ley (salvo Odón Elorza, que se ha abstenido), y en contra de las propuestas de someter a referendum la forma de organización del Estado, con este curioso argumento de declararse republicano-monárquicos, figura totalmente desconocida en cualquier otro país.

No voy a criticar el sentido de la votación de los diputados socialistas (supongo que ya lo harán sus militantes y votantes), y tampoco quiero reiterar argumentos en la contraposición entre monarquía y república, ya en otras ocasiones he dejado clara mi opinión al respecto.

Lo que sí me parece cada vez más preocupante es el atrincheramiento de las fuerzas políticas del bipartidismo frente a las demandas ciudadanas y el miedo a la participación. A pesar del clamor popular que reclama una forma totalmente distinta de hacer política, a pesar de los claros síntomas de podredumbre de un sistema que hace aguas por todos sus costados, ellos siguen impertérritos con las puertas cerradas, sordos y ciegos.

Los tiempos están cambiando, como decía la canción de Luis Pastor, y los ciudadanos ya no quieren ser tratados como incapacitados a los que haya que guiar y decidir por ellos. Ya no se admite que haya temas sobre los que no se pueda hablar y que deban ser considerados intocables.

La muy imperfecta democracia que salió de la transición, consecuencia de la falta de ruptura con la dictadura franquista, se ha venido asentando en la existencia de unos ámbitos prácticamente secretos e intocables: la monarquía, el ejército, el poder de la Iglesia Católica, un sistema electoral que garantizaba el bipartidismo y la falta de participación.

Los argumentos dados por quienes insisten en un insólito travestismo político, diciendo ser de izquierdas y practicando política rancia y casi reaccionaria resultan ofensivos para la inteligencia: "Ahora no es el momento, ya se podrán tratar estos temas más adelante", obviando que ya han pasado 39 años (tantos como los que duró la dictadura franquista), quizás quieran posponerlo otros tantos; "los españoles ya votamos a favor de la monarquía al votar la Constitución", ocultando que la Constitución se votó como un todo, no por partes, y que era todo o nada, y ello en una situación social en la que la única alternativa era ésta o la involución armada, y que en todo caso nada es inmutable, todos los días se están modificando leyes, por lo que si ahora el pueblo quisiera tener otra forma de estado tiene todo el derecho a plantearlo; "las encuestas demuestran que la mayoría de la población prefiere la continuidad de la monarquía"; si ello es así deberían darse prisa en convocar la consulta antes de que cambie la opinión pública, ahora es su momento; pero si este es un argumento, que lo aplique ya para todo y así nos ahorramos cualquier tipo de votación, con hacer una encuesta ya lo tenemos todo arreglado. Y la más grave de todas, ya están diciendo que la petición de un referendum supone un peligro de desestabilización; esta es absolutamente inadmisible, es una auténtica amenaza, reveladora de la trampa de su "democracia": el pueblo puede votar siempre que vote lo que nosotros queremos, en otro caso desestabiliza, y ya sabemos lo que en este país quiere decir esta frase.

Se les están acabando los argumentos, porque la cuestión es muy sencilla: democracia significa gobierno del pueblo, y por lo tanto no puede negarse al pueblo el derecho a manifestar su opinión sobre cualquier asunto, y a hacerlo directamente, sin intermediarios ni intérpretes interesados; en caso contrario estaríamos, estamos, en una democracia amordazada. Evitémoslo.

P.D. La fuerza de la mordaza ha llegado incluso a un icono de la libertad de expresión como ha sido hasta ahora "El Jueves". Toda mi solidaridad con los dibujantes de la revista que han preferido perder su trabajo a ser partícipes de la ignominia.