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Mi hoja en blanco
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Mi hoja en blanco

Actualizado 10/06/2014
Ana Higles

Creo que hay pocas cosas que aborrezca más que ponerme delante de una hoja en blanco. Y si se supone que tengo la obligación de rellenarla (con un contenido coherente, claro) el hastío se vuelve pavor. Esta fobia se me suele acentuar en épocas de exámenes. A veces aparece sin avisar, en los primeros cinco minutos de un examen de Mecánica Cuántica. Otras veces tiene la deferencia de pillarte en casa, sentado frente al editor de texto de tu ordenador y te deja como un bobo mirando la pantalla sin saber qué tecla será la buena para empezar a escribir. Creo que podría pedir que lo reconocieran como síndrome. Síndrome de la Hoja en Blanco. No suena mal.

Sé, por mi corta experiencia en estos terrenos, que lo duro es el comienzo. Lo que viene después del comienzo se puede malear o mantener, dependiendo si la forma que va tomando la tinta sobre el papel te da buena espina o provoca un pequeño picor en la nariz en forma de inconformismo. No se preocupe, el inconformismo es natural, casi intrínseco al ser humano. Tengo una amiga que escribe historias y las termina. Cómo la envidio? Yo me dedico a cambiarlas una y otra vez, mareando trama, personajes y autora. Más que a ninguna.

Como le decía, lo bueno de empezar es que ya has sentado precedente. Y de estos se puede, no sé si vivir, pero sí sobrevivir. En la escritura automática hay algo sagrado: lo que está escrito ya no se toca. Yo suelo añadirle un "y no se relee". Hasta que la criatura esté terminada y tenga forma clara. Luego ya habrá tiempo de vestirla y ponerle unas gotitas de Channel Nº5 detrás de la oreja. Y supongo que aquí es donde se distinguen esos dos tipos de escribientes, los que dan buena forma a su idea pero no le ponen la letra adecuada o los que tienen la mejor orquesta pero les falta la melodía perfecta. Hay de todo en esta vida y una aspira a ser, al menos, algo.

Para animar al personal, una revelación: después de la primera letra viene la segunda y después de esta la tercera. Y en todo este proceso, la que viene después es más fácil de escribir que la anterior. A veces viene de maravilla coger aire y carrerilla. Ojalá algún día una de esas hojas en blanco que he ido llenando de mejores o peores letras llegue a su fin. Lo celebraré como un gran acontecimiento, aunque al resto del mundo le importe un carajo. Mientras tanto sigo envidiando, sanamente, a esa amiga que lleva su idea de principio a fin.

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