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El mal ejemplo de Brasil
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El mal ejemplo de Brasil

Actualizado 08/06/2014
Enrique Arias Vega

¿Qué habría pasado si Madrid hubiese sido sede de los Juegos Olímpicos de 2016 en vez de Río de Janeiro? Pues que estaríamos en un proceso de retraso de obras, sobrecostes, mayor corrupción y protestas populares, como le sucede a Brasil en vísperas del Mundial de fútbol.

La aparente paradoja es que esto ocurre cuando el país sudamericano está mejor que nunca. A diferencia de la terrible represión militar de los años 60 y 70 del siglo pasado, Brasil lleva tres décadas de democracia y de crecimiento económico continuado: su PIB ha aumentado un 75% en los últimos diez años.

¿Por qué, pues, tanta sensibilización social, tantas algaradas, tanta oposición callejera al sistema político-económico? Pues precisamente por eso, por la percepción de que el bienestar está repartido desigualmente, que mientras unos se benefician exponencialmente de él, muchos más permanecen en la marginalidad, la exclusión y la miseria.

Lo mismo sucedió cuando el boom de la sociedad de consumo hace medio siglo: el activismo de entonces de los estudiantes franceses con Dany Cohn-Bendit, de los alemanes occidentales con Rudy Dutschke, o de los norteamericanos con Jerry Rubin no fue más que la rebelión para disfrutar de una parte mayor del pastel.

Esa es la legítima pretensión de todas las sociedades en desarrollo económico. Y lo mismo que ahora a Brasil, le puede suceder mañana a China y pasado mañana a Sudáfrica, por ejemplo.

El caso de la Europa bienestante, incluida España, es similar. Venidos permanentemente a menos a causa de la crisis económica la seguridad y el bienestar del que disfrutaban sus ciudadanos, éstos se rebelan ante la degradación de sus expectativas y la desigual repercusión de los efectos de la crisis.

Por eso debemos tomar nota de lo que está sucediendo en Brasil. Y, en particular, si la selección española de fútbol frustra la ilusión de los aficionados: su desencanto, entonces, podría desviarse hacia la situación socioeconómica y nadie puede prever qué pasaría.

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