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Actualizado 05/06/2014

Me voy un mes a Roma a reciclarme espiritual, intelectual y culturalmente y a mantener el tipo físico superando millones de 'sampietrinos' (traducción: pequeños e irregulares adoquines negros que conforman el suelo de las calles romanas) y el rey organiza su abdicación. Al día siguiente de volver de la Ciudad Eterna me encuentro de bruces con las Elecciones al Parlamento Europeo y con el batacazo de los partidos mayoritarios y la aparición de algunos, sobre todo alguno, nuevos, burbujeantes, mediáticos y reticulares, con un cabeza de lista encoletado al que no podemos acusar de robar la identidad al fundador del PSOE; aunque ambos pudieran ser ateos, que no lo sé, tienen derecho a llamarse como el apóstol de los gentiles y descender ?vaya Vd. a saber- de un ayudante de Don Pelayo Matamoros, o de algún esforzado labriego cántabro, ambos del siglo VIII, pero no ser familia entre sí.

Un mes distanciado de la realidad española ?por mucho que las nuevas tecnologías nos acerquen, no huelen, ni producen aroma alguno- tal vez me ayude a discernir un camino en medio del aparente caos: ¿monarquía o república? ¿"Somos una nación" o "som una nació"? ¿Catalonia "to be or not to be" Spain? ¿Corrupción o regeneración? ¿Populismo o democracia? Y, en medio, un problema moral: no nos ponemos de acuerdo sobre lo que es bueno y lo que no. ¿Se puede regenerar la democracia sobre bases estalinistas? ¿La nueva versión del liberalismo nos ayudará a mantener las libertades y, lo que es más importante, la libertad? ¿Son menos democráticas las democracias parlamentarias del norte de Europa que las repúblicas del centro y del Sur? ¿Qué sistema de gobierno genera menos corrupción? ¿Cuál la puede controlar mejor? ¿Por qué los norteamericanos de USA nunca tuvieron un referéndum sobre su Constitución?

Lo que sí tengo claro es que estamos en una crisis con muchas facetas: económica, social, política, espiritual y moral. O mejor, en varias crisis, todas relacionadas entre sí, pero también autónomas. El momento que vive nuestra patria ?también hay que dar la batalla del lenguaje y de la recuperación de los conceptos- es una ocasión que tenemos que aprovechar para escucharnos unos a otros, sin despreciar ninguna idea y poner las bases de una reforma que mejore nuestra democracia. El liderazgo de esta operación de regeneración corresponde a los partidos mayoritarios, pero la sociedad civil no puede desperdiciar la ocasión de salir reforzada. Si desaprovechamos el momento, nuestra democracia perderá más calidad todavía hasta que se vuelva irrespirable. El esfuerzo regenerador tiene que darse en todos los estamentos y en cada uno de los ciudadanos. La crisis espiritual que nos embarga lo convierte ?casi- en un imposible. La fe cristiana, sociológicamente en retirada en amplias capas de nuestra sociedad, apuesta por la esperanza, el diálogo, el esfuerzo, el compromiso, el testimonio: es posible mejorar nuestro sistema político, económico y social. 'Largo me lo fiais, Sancho'. Tan largo como el Reino de Dios, Don Alonso.

Me voy un mes a Roma a reciclarme espiritual, intelectual y culturalmente y a mantener el tipo físico superando millones de 'sampietrinos' (traducción: pequeños e irregulares adoquines negros que conforman el suelo de las calles romanas) y el rey organiza su abdicación. Al día siguiente de volver de la Ciudad Eterna me encuentro de bruces con las Elecciones al Parlamento Europeo y con el batacazo de los partidos mayoritarios y la aparición de algunos, sobre todo alguno, nuevos, burbujeantes, mediáticos y reticulares, con un cabeza de lista encoletado al que no podemos acusar de robar la identidad al fundador del PSOE; aunque ambos pudieran ser ateos, que no lo sé, tienen derecho a llamarse como el apóstol de los gentiles y descender ?vaya Vd. a saber- de un ayudante de Don Pelayo Matamoros, o de algún esforzado labriego cántabro, ambos del siglo VIII, pero no ser familia entre sí.

Un mes distanciado de la realidad española ?por mucho que las nuevas tecnologías nos acerquen, no huelen, ni producen aroma alguno- tal vez me ayude a discernir un camino en medio del aparente caos: ¿monarquía o república? ¿"Somos una nación" o "som una nació"? ¿Catalonia "to be or not to be" Spain? ¿Corrupción o regeneración? ¿Populismo o democracia? Y, en medio, un problema moral: no nos ponemos de acuerdo sobre lo que es bueno y lo que no. ¿Se puede regenerar la democracia sobre bases estalinistas? ¿La nueva versión del liberalismo nos ayudará a mantener las libertades y, lo que es más importante, la libertad? ¿Son menos democráticas las democracias parlamentarias del norte de Europa que las repúblicas del centro y del Sur? ¿Qué sistema de gobierno genera menos corrupción? ¿Cuál la puede controlar mejor? ¿Por qué los norteamericanos de USA nunca tuvieron un referéndum sobre su Constitución?

Lo que sí tengo claro es que estamos en una crisis con muchas facetas: económica, social, política, espiritual y moral. O mejor, en varias crisis, todas relacionadas entre sí, pero también autónomas. El momento que vive nuestra patria ?también hay que dar la batalla del lenguaje y de la recuperación de los conceptos- es una ocasión que tenemos que aprovechar para escucharnos unos a otros, sin despreciar ninguna idea y poner las bases de una reforma que mejore nuestra democracia. El liderazgo de esta operación de regeneración corresponde a los partidos mayoritarios, pero la sociedad civil no puede desperdiciar la ocasión de salir reforzada. Si desaprovechamos el momento, nuestra democracia perderá más calidad todavía hasta que se vuelva irrespirable. El esfuerzo regenerador tiene que darse en todos los estamentos y en cada uno de los ciudadanos. La crisis espiritual que nos embarga lo convierte ?casi- en un imposible. La fe cristiana, sociológicamente en retirada en amplias capas de nuestra sociedad, apuesta por la esperanza, el diálogo, el esfuerzo, el compromiso, el testimonio: es posible mejorar nuestro sistema político, económico y social. 'Largo me lo fiais, Sancho'. Tan largo como el Reino de Dios, Don Alonso.

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