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Érase un Rey que reinaba en su reino...
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Érase un Rey que reinaba en su reino...

Actualizado 05/06/2014
Raúl Izquierdo García

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Érase una vez, hace ya mucho tiempo, un rey que reinaba en su reino. En otros tiempos, el reino había sido un gran imperio, pero ahora se conformaba con lograr al menos, que hubiera cierta unidad en el territorio que ocupaba. Otrora había sido la flor y nata de los reinos. Durante siglos, un reino que sometía a los infieles, inquietantes e inapropiados súbditos. Sometía a otros reinos, ampliaba sus fronteras... y todo a base de golpe de batallas, sangre, dinero, más batallas y más sangre. Nada nuevo en ningún imperio. Ese reino sabía que tenía la verdad, ese tesoro tan apreciado y ambicionado. Y cuando se tiene la verdad, hay que ofrecerla y si no se acepta, hay que imponerla, y si no se puede, hay que grabarla a fuego en el cuerpo y en el corazón del súbdito.

En ese reino fueron pasando muchos reyes. Todos venían de Dios, de su voluntad divina. Poderes y privilegios de generación en generación, para unos pocos elegidos por su majestad celestial. Y a jugar a las conquistas con las fichas ajenas, y a jugar a los territorios con los dados ajenos, y a jugar a los imperios con las vidas ajenas. Sangre bien rentabilizada, que dio durante mucho tiempo frutos de seguridad, respeto y miedo a los demás.

Pero los tiempos fueron cambiando. Y Dios dejó de elegir monarcas. Ahora la sabiduría suprema se llama Constitución. Es palabra divina, verdad inmutable, agarradero de los que no quieren cambiar nada y anhelo de los querrían cambiarlo todo.

Pero el rey que reinaba su reino estaba ya cansado. El tiempo no perdona a nadie, ni siquiera a quien tiene todo de su parte. El tiempo no se casa con nadie, no hace pactos, puede engañarnos un poco, pero al final, siempre viene con la factura. Pues aquel rey que reinaba su reino estaba cansado. Había hecho cosas buenas por sus súbditos, pero éstos ya no las recordaban. La memoria es frágil y las nuevas generaciones ya no llevan en su adn la figura real. Rey que reinaba su reino con escándalos familiares, con escándalos propios... con cacerías africanas, con la imagen deteriorada, con la enfermedad y el deterioro físico llamando a la puerta real.... Momento de cambio, pero nada cambia. Momento para otro, pero es el mismo. Son los mismos. Más de lo de siempre. Cambio cromo por otro cromo. Nada que nos afecte de verdad a los súbditos. Ningún motivo para la esperanza, ni para la desesperanza. Tan sólo, eso sí, el morbo de ver los fastos, las liturgias, los procedimientos legales y constitucionales, las alabanzas y loas de unos y las críticas y quejas de otros...

Seguirá el paro sobre todo entre los jóvenes, los niveles educativos por los suelos, la sanidad en cuestión, las ayudas sociales en el aire.... pero al menos tenemos el mundial a la vista. Agua estancada para beber, que al menos pueda quitar la sed de quien desea tanto sobre tantas cuestiones pero sólo puede conformarse con el placerillo de que una bola entre entre tres palos... Y mientras, el rey seguirá reinando...

Erase una vez un rey que reinaba en su reino...

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