El pasado sábado viajé de Bilbao a Salamanca en tren. En el andén de la estación bilbaína de Abando de donde parte el primer convoy que tuve que tomar había un cartel turístico de la campaña "Toca Salamanca". En línea recta la distancia entre las dos ciudades es de 340 kilómetros, y por carretera unos 400. No sé cuál puede ser por vía férrea, pero no creo que supere los 450. ¿Saben cuanto duró mi viaje? Seis horas y cinco minutos.
Hace más de veinte años, en 1993, que el AVE Madrid-Sevilla alcanzó su récord de velocidad, 358 kilómetros por hora. Se construyó estando en el gobierno central los mismos que suprimieron la mitad de las escasas líneas que unían a Salamanca con el resto de la región y la península. Ahora ni siquiera hay línea directa entre la capital salmantina y la de Vizcaya, y eso que el País Vasco es una de las principales fuentes de turismo. Un tren de alta velocidad podría cubrir el trayecto Bilbao-Salamanca en hora y media, aun contando con tres paradas en su recorrido. Hoy, repito, exige más de seis horas. Salí de Bilbao a las nueve y cuarto de la mañana en el tren ARCO, cuyo destino final es Vigo. Hay que hacer transbordo en Palencia, a donde debería haber llegado a la una de la tarde, pero lo hizo a la una y dieciséis, con el tiempo justo para tomar el MD que lleva a Salamanca haciendo por el camino más paradas que el Metro. La entrada a la estación salmantina fue puntual, a las tres y veinte de la tarde. Me habría dado tiempo a cruzar el Atlántico en avión o a desplazarme en el AVE desde Sevilla a Barcelona y todavía me sobraría una hora.
Con estos mimbres, ya lo creo que Salamanca toca. Toca las narices, con perdón, a miles y miles de personas que deben efectuar ese viaje por obligaciones de trabajo o negocio, motivos particulares o interés turístico. Toca la fibra sensible de salmantinos y bilbaínos que nos desplazaríamos más a menudo si no tuviéramos que hacerlo en automóvil, conduciendo tres horas y media y pagando caro un pequeño tramo de autopista de peaje intercalado entre autovías libres. Otro de los significados de la palabra tocar es "llegar a algo con la mano", lo cual está bastante lejos de la realidad. La décima acepción del dichoso término dice que tocar significa también "alterar el estado o condición de algo". Sé que hay varios proyectos en marcha para ampliar nuestras comunicaciones ferroviarias, pero nuestras autoridades, o sea, los numerosos cargos que nos atosigan desde las administraciones estatales, autonómicas, provinciales, comarcales y municipales, deberían tocar con apremio muchas puertas para librarnos cuanto antes de la maldición del Far West. Definitivamente, Salamanca necesita un toque.
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