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Cándido Dosuna, el último avicultor de Peñaranda
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ECONOMÍA DE SUBSISTENCIA

Cándido Dosuna, el último avicultor de Peñaranda

Actualizado 01/06/2014
Raúl Blázquez

En su pequeña parcela no falta de nada, hortalizas y legumbres ponen color a la vieja imagen de la España en blanco y negro, pero si hay algo que merece su atención son sus 18 gallinas

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Parecía imposible pero lo encontramos. En mitad de edificios y tecnología aun quedan pequeños espacios donde el tiempo parece detenerse, donde la vida es la que era en la España de blanco y negro, un recinto que hoy se ha convertido en el refugio perfecto para Cándido Dosuna, quien, a sus 81 años, mantiene la ilusión de juventud y se afana en continuar con una labor que en pleno siglo XXI podría desentonar en el paisaje que le rodea. Hoy presentamos al que probablemente es el ultimo criador de ganillas de Peñaranda, una labor que ha mamado y conocido desde que era un niño.

Orgulloso nos invita a sumergirnos en su pequeño mundo, una parcela de poco más de mil metros en la que no solo se dedica a mimar a sus pequeñas, sino que la ha convertido en un gran mercado, donde encontramos multitud de hortalizas y plantas, que diariamente visita y cuida con esmero, como si de hijas se tratara.

A lo largo del camino, Cándido nos va enseñando las diferentes variedades que actualmente tiene plantadas, desde cebollas a manzanilla, del apio a las pequeñas viñas, en definitiva una gran despensa de la que dice "podría mantenerme visitando la tienda únicamente para comprar el pan, solo me falta criar unos cerdos y no me haría falta casi ni salir de aquí".

El final de este sendero nos conduce a su gran tesoro, ese que mima con extraordinario cariño, el refugio de sus 18 gallinas. Cándido nos explica con pena que recientemente han muerto tres sin saber muy bien el por qué. Afirma, que cada día sus pequeñas joyas ponen dos docenas de huevos en total, aunque en ocasiones "es como si cogieran carrerilla, llegando a poner varias piezas cada una al día".

Cada mañana se acerca hasta este lugar para ver cómo se encuentran, recoger los huevos puestos y mantener sus comederos a punto para que no les falte de nada, una tarea que repite cada tarde, sin importarle si hace frío o calor, sea enero o agosto.

Es un trabajo, pero ?sobre todo? para él es su vida, estar cada día al frente de su pequeño mundo, algo por lo que trabaja dúramente como si de un chiquillo se tratara, olvidándose de su edad. Es su pasión, una que tímidamente afirma que espera se perpetúe en el tiempo una vez que el falte, algo que ?sin embargo? es muy complicado. ¿Estaremos ante el último criador de gallinas de Peñaranda?

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