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Estar unido a Cristo
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Estar unido a Cristo

Actualizado 31/05/2014
Eusebio Gómez

Duns Escoto, gran teólogo del siglo XIII, cuando iba de viaje encontró a un agricultor que labraba su tierra. Le recomendó que se portara bien, y que cumpliera con la ley de Dios para salvarse.

El agricultor, un tanto molesto, le dijo:

?¿Para qué debo portarme bien? Si Dios quiere que me salve, aun portándome mal me salvaré; y, si Dios no quiere que me salve, aun portándome bien, no me salvaré.

El teólogo le preguntó:

?Dime ¿para qué labras tu tierra, la siembras y la riegas? Si Dios quiere que en tu campo haya trigo, aunque tú no trabajes habrá trigo; y, si Dios no quiere que tú tengas trigo, aunque trabajes y sudes, no tendrás trigo.

El campesino ya no supo qué contestar, y siguió labrando su tierra.

Todo depende de Dios, pero todo, también, depende del ser humano. Hay muchas personas que acuden a Dios en los momentos de tormenta, cuando se avecina la tempestad o ante una enfermedad incurable. Y es que en los momentos de inseguridad, Dios es roca, es seguridad ante cualquier amenaza. «A los dioses ?decía Freud? se atribuye una triple función: espantar los terrores de la naturaleza, conciliar al hombre con la crueldad del destino, especialmente tal y como se manifiesta en la muerte, y compensarle de los dolores y privaciones que la vida civilizada en común le impone».

Sabemos que Dios es el Padre bueno, pero no está para tapar los agujeros que otros pueden rellenar. «Veo con toda claridad que no debemos utilizar a Dios como tapaagujeros de nuestro conocimiento imperfecto. Porque entonces, si los límites del conocimiento van retrocediendo cada vez más ?lo cual, objetivamente es inevitable?, Dios es desplazado continuamente junto con ellos y, por consiguiente, se halla en una constante retirada. Hemos de hallar a Dios en las cosas que conocemos, no en las que ignoramos» (Bonhöeffer).

Jesús es la vid y nosotros los sarmientos (Jn 15,5). Nada pueden hacer los sarmientos si no están unidos a la vid; pero la vid tampoco puede dar fruto sin los sarmientos. El cristiano sabe que sin Dios, si no está unido a Cristo, no puede hacer nada, no puede dar fruto. No es fácil saber hasta dónde llega la acción de Dios entrelazada con la mano del ser humano. Son dos poderes que tienen que marchar a la par, pues él da la fuerza, pero nosotros tenemos que arrimar el hombro.

El día 1 de junio celebraremos la Ascensión. Esta fiesta nos invita a recordar que somos ciudadanos del cielo, pero sin olvidarnos que tenemos que caminar por la tierra, sabiendo que Él camina con nosotros y nos acompaña en nuestro caminar.

Él multiplica nuestro poder y nuestra debilidad se hace fuerte; así lo expresa un himno de la liturgia:

Tu poder multiplica

la eficacia del hombre,

y crece cada día, entre sus manos,

la obra de tus manos.

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