Durante más de treinta años he estado luchando con las solas armas de la razón, el trabajo bien hecho -al menos lo he intentado- y el testimonio de una vida más más que menos coherente con la fe y los valores profesados... Decía que he estado luchando. ¿En qué batalla? En la de aumentar la dignidad de la asignatura de Religión en la escuela de titularidad pública frente a los que querían/quieren excluirla de la escuela. El bando de los "aliados", o sea, los buenos, nosotros, tenía pocas armas, manque poderosas: los padres que quieren que sus hijos se eduquen teniendo conocimiento de la Religión católica y los acuerdos internacionales firmados por el Reino de España que obligan a los países democráticos firmantes; la Conferencia Episcopal ha sido un aliado mejorable, enfrascada más en defender una forma de impartir la asignatura, perdiendo oportunidades de ofrecer un programa de Religión atractivo para la mayoría y asumible por casi todos. Los partidos políticos no han sido mis aliados, porque el/los que parecía defender la asignatura de religión , en realidad la atacaba y el que quería atacarla acababa respetándola después del combate cuerpo a cuerpo en el aula y en el Claustro. Eso pasa ahora, según me llega a Roma: el ministerio Wert dice defenderla, pero intenta recortar horas e incluso, hacerla desaparecer del Bachillerato por real decreto optativo. Siento ser reiterativo: "de los amigos líbreme Dios...". En la tragedia que es nuestra Universidad (ninguna española entre las mejores 200 del mundo), los liberales lograron expulsar de ella a la Teología; los conservadores, que también son liberales "de aquella manera", quieren ahora expulsarla del Bachillerato. ¿Son mejores nuestras universidades que las alemanas, donde hay clase de religión en todos los niveles educativos de la antigua República Federal y donde crecen y gozan de buena salud las Facultades de Teología del Estado (y las de las iglesias). Quitando la religión del Bachillerato, Sr. Wert, seguro que la Universidad de Salamanca llegará donde solía, a la altura de las de París, Bolonia y Oxford. Y la Complutense del Dr. Carrillo, que es más moderna, por lo menos a la de Harvard o Standford... ¡Un poco de perspectiva, Sr. Ministro!
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