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Género y Violencia
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Género y Violencia

Actualizado 23/05/2014
Luis Miguel Santos Unamuno

Bueno, supongo que se va a enfadar conmigo todo el mundo pero no soy partidario de los análisis de brocha gorda ni del pensamiento único. Y eso que uno está perdido cuando le cuelgan el sambenito de machista, calificativo que a mi modo de ver se arroja sobre el otro con excesiva ligereza e impide inmediatamente el diálogo: pasa de ser una valoración ante un comentario a la atribución de un rasgo de personalidad, abriendo paso, así, al conflicto. Porque éste es un tema en el que se utiliza como en pocos la argumentación ad hominem, la descalificación de las opiniones sin reflexionarlas valorando sobre todo el sexo del que las emite. Espero que se me perdone el hecho de ser varón.

Tomaré como mero pretexto el esperpento televisivo del candidato Cañete (lo mejor que he leído en internet últimamente: Miguel alias Cañete) para introducir que unos días después fue asaltado por una manifestante que portaba una camiseta con el mensaje "el machismo mata".

¿Es así de sencillo, el machismo mata?

El machismo, el sexismo más bien, es un conglomerado de creencias, casi un estado de conciencia arraigado en las personas con diferentes niveles de profundidad y más difícil de detectar de lo que parece. La diferencia de sexos es una obviedad, las repercusiones en derechos sociales o en calidad de vida sí pueden obedecer a diferencias culturales contra las que no podemos dejar de luchar. Pero la violencia es otra cosa. Encadenar uno a la otra con esa simplicidad del causa-efecto no nos permitirá luchar contra ambos, sexismo y violencia, con la suficiente eficacia.

Una actriz famosa denuncia en Cannes que hay machismo en el cine porque las actrices cobran menos que los actores. Otra famosa actriz, Angelina Jolie, trabaja en algo que me interesa más: evitar las agresiones sexuales en zonas de conflicto. Ya dirigió con relativa suerte En tierra de sangre y miel sobre esa vergonzosa tragedia. Uno no sabe hasta qué punto es una concienciación inducida por el marketing pero es de agradecer que no se escondan quienes tienen resonancia en este mundo de la imagen.

Durante un par de años hube de escuchar a través de las paredes de mi casa los gritos de menosprecio que le dedicaba mi vecina a su marido. Tuve que enterarme a mí pesar de que era un inútil y de que ella nunca debió casarse con él además de otras lindezas. Pude entrever al buen hombre en contadas ocasiones y me pareció un ser apocado e infeliz. Yo sentía vergüenza ajena cuando me lo cruzaba por las escaleras pero nunca, nunca, ni una sola vez, temí por su vida. Un miedo que sí he sentido, pero por ellas, al presenciar sin querer amenazas en la vía pública entre novios. Los hombres matan en un grado desproporcionado e insoportable a sus parejas o a las que quieren pasar a ser ex-parejas. y, además de eso, (iba a escribir "lo que es peor" pero no hay nada peor que la muerte) muchos convierten sus vidas en un calvario de dolor. Machismo y violencia van de la mano pero no unidos. Las cárceles están llenas en una proporción de 9 a 1 por hombres con respecto a mujeres y eso se asume como algo normal pues parafraseando a Chandler: la violencia es su negocio.

En la película Amour de Michael Haneke que llenó de emociones y lágrimas los patios de butacas hace unos años contemplábamos a un hombre asfixiando con una almohada a su mujer enferma y terminando así con los sufrimientos de la persona que más amaba. También termina con los suyos propios y su existencia sin ella. Haneke ni nos muestra su imagen al desaparecer en los planos finales de una manera poética. A nadie se le ocurre ver ahí violencia de genero.

Lo que quiero decir es que meter en el mismo saco, bajo la etiqueta de machismo, la tragedia de los asesinatos en el ámbito doméstico, de pareja, o el rapto de niñas africanas para venderlas como esclavas sexuales, con la situación global de la mujer, muy diferente en entornos occidentales y democráticos con respecto al tercer mundo es un error de concepto. Porque el problema es multicausal. En algunas muertes está detrás la psicología de la pareja, los motivos por los que dos personas se atraen, deciden vivir juntas. Muchas veces hay una consideración del marido como alguien protector, confundiendo masculinidad con primitivismo o violencia, lo que lleva a algunas desgraciadas a involucrarse en una situación de la que luego el miedo y la victimización les impide salir. Hay maltratadores que establecen el mismo tipo de relación de falso poder basado en el miedo con sucesivas mujeres. Son irreductibles al acoso, es un rasgo de su personalidad, no una conducta puntual. Los hay que sin haber mostrado nunca el menor atisbo de maldad cometen inesperadamente un acto de violencia con una única pareja, muchas veces entre reconciliaciones exageradas dentro de lo que se ha dado en llamar amor fou, que llena páginas de literatura y planos de cine. Es violencia, sí, pero no es el mismo tipo de violencia, no se aborda igual, no se previene igual.

Confiar en que terminarán las muertes en el entorno de la pareja cuando mejore la situación de la mujer en general contiene solamente una parte de verdad. Los países mas desarrollados y democráticos informan también de violencia en una proporción similar o mayor.

En cualquier Ciencia se escudriña con meticulosa atención las variables que pueden causar un suceso, las causas que desencadenan un evento. Debe ser así también en la Psicología y la Criminología. En los delitos de violencia doméstica el perpetrador (prácticamente siempre el varón) se comporta de una manera extraña, sin prepararse posibles caminos de huida o garantizándose el anonimato, lo que suelen hacer ladrones/as, estafadores/as y asesinos/as, etc. La mayoría de las veces con la vida de esa mujer destruye también su propia vida, bien suicidándose o bien entregándose. Es un acto cargado de emocionalidad y por ello diferente a la mayoría de los delitos en los que se busca un provecho personal y salir indemne. Urge desentrañar las características de este tipo de violencia, separar unas situaciones de otras. No parece tener eficacia amenazar con cumplimiento íntegro de condenas, quizá tendría más sentido, tras las primeras denuncias, acompañar las órdenes de alejamiento con la aceptación de someterse a una terapia farmacológica que pueda amortiguar esos sentimientos exacerbados. Y mejorar la autoprotección de las mujeres para que sepan detectar en qué momento está a punto de producirse la agresión y conozcan medios para soslayar esa situación.

Creo que esa postura de que en el fondo todo es lo mismo, desde un anuncio sexista en televisión y la sancionable diferencia salarial hasta el asesinato de una expareja, de que todo es violencia de género no nos ayuda en la busca de soluciones eficaces contra problemas diferenciados.

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