En su pequeño editorial de cada día el periodista Iñaki Gabilondo subrayaba el enorme cambio que había experimentado la clase media española en el último decenio. Un cambio que tenía como raíz un consumismo desaforado sin tener en cuenta las auténticas posibilidades financieras de cada familia. El dinero se había impuesto a los valores tradicionales de la honestidad, el trabajo bien hecho, el ahorro, la solidaridad, etc.
El consumo se convirtió en una necesidad social: ir de shopping decían muchos jóvenes y cuando los ahorros no eran suficientes, se solicitaba un préstamo a un banco o se encadenaba otro crédito.
Todos hemos conocido los famosos préstamos personales que se utilizaban para viajar al Caribe, comprar un segundo coche o dar una entrada para un apartamento en la Costa. Aquello parecía jauja, en realidad vivíamos por encima de nuestras posibilidades como país y cuando la burbuja inmobiliaria y la financiera explotó se nos cayó el mundo.
Es de sobra conocido, se ha repetido muchas veces, que no ha sido el endeudamiento público el responsable de la difícil situación económica que ha ocasionado casi 6 millones de parados.
La realidad es el enorme endeudamiento privado (familias y empresas) el gran responsable de nuestra actual situación.
Sin embargo, la mayoría de los españoles no hemos salido todavía del estupor y disparamos hacia arriba, echando la culpa a los políticos, a los banqueros, a la corrupción del sistema.
Esta ira de las clases medias, las más afectadas por la crisis, se ha trasladado también a toda una generación de jóvenes, acostumbrados a disponer de todas las facilidades, y que ahora piensan que se les niega el futuro.
En realidad, el futuro será lo que ellos mismos sean capaces de llevar a cabo, igual que las generaciones precedentes. Los derechos no son eternos son obra del esfuerzo y la lucha de cada generación, y nunca han sido un regalo.
¿Cómo es posible que jóvenes preparados abominen de Europa porque no encuentran trabajo en su pueblo o su ciudad natal? ¿Cómo es posible que a los 20 años les de miedo ir a trabajar a un país europeo, cuando hemos luchado durante años para que haya un espacio único europeo?
Es preciso reflexionar colectivamente sobre la urgencia de reivindicar una sociedad con valores, donde el esfuerzo personal, el sacrificio, la austeridad, el trabajo bien hecho sustituyan al egoísmo más feroz, a la corrupción social y a la picaresca en el trabajo. Porque necesitamos una nueva sociedad basada en la solidaridad no solo una nueva política, sino también un nuevo ciudadano.
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