El triunfo de la ignorancia

Cuando Alejandro Dolina escribía "El triunfo de la ignorancia" debía de hacerlo pensando fijamente en Telecinco. Si no pesa sobre la cadena una maldición zulú con siglos de antigüedad que solo podrá eliminar un mítico salvador verde caído de Raticulín, no logro explicármelo. ¿Cómo es posible que se permita mantener en antena, a público abierto y en horarios normales, semejante programación plagada de famosos de tres al cuarto, despellejadores y cortatrajes profesionales o "personas" que por contar sus más profundas intimidades ganen más que muchos de esas pobres ratas de laboratorio con bata y gafas de culo de vaso que algún día nos librarán de morir entre tumores? ¡casi me ahogo de indignación!

Ahora mismo el programa más visto de televisión es Sálvame, en sus vertientes diarias o Deluxe. El libro de Belén Esteban ha superado la primera edición (¿por qué?) pasando un par de (inexplicables) semanas en el número uno de los más vendidos. Los niños aprenden cada día que triunfar es fácil si tienes algo que ver con un famoso. Se puede triunfar por la tele opositando (ha leído bien) a esposa de un granjero, superar el criterio de las madres tróspidas que buscan nueras o "pasar" el polígrafo. Confesando lo que sea.

Pero lo que más me preocupa no es todo lo anterior, sino ¿cómo puede haber tanta gente entregada e interesada en escuchar las historias sobre si Chabelita se habla con su hermano, si el hijo de Ortega Cano va a la cárcel o la Rosa Benito está arreglada con el marido o no? ¿Pero a mí qué carajo me importa?

El cotilleo es un interés natural del ser humano, está demostrado que cumple una función social. Necesitamos tener información sobre el mundo que nos rodea, pero llevarlo hasta terrenos tan movedizos... Nos dejamos mecer entre el ridículo, la mala educación, la ordinariez y la vergüenza ajena. Y lo peor es que las audiencias dan continuidad a ese tipo de programas. Algo va mal en este país.

Hace unos años emitían por la SVT sueca (la RTVE de allí) un programa llamado Maestro que consistía, básicamente, en dirigir una orquesta. Ni qué decir tiene que sé que en España sería un fracaso sin intentarlo siquiera, pero allí fue un programa de un cierto éxito del que llegaron a emitirse dos ediciones. Unos cuantos músicos de la Orquesta de la Sveriges Television se dejaban dirigir por famosos del lugar. El resultado era cuanto menos curioso, porque la orquesta (que con una calidad media alta puede sonar prácticamente sola) no solo se dejaba dirigir sino que hacía caso estricto a todas las indicaciones del neófito musical de turno. Como muestra un botón:

Sé lo que estás pensando, querido lector. Te debates entre verlo como algo gracioso, notar una ligera sensación de burla o pensar de qué sería capaz Mariló Montero con una batuta de la mano. Pero si lo miras con buenos ojos, lo que queda ante todo es la demostración de que no es fácil ser músico o director de orquesta. Y eso te da puntos. Los puntos dan respeto y el respeto coloca tu profesión en ese peldaño superior del "yo de mayor quiero ser...". Aquí muchos niños quieren ser futbolistas. Pocos quieren ser científicos, ingenieros, médicos, escritores, músicos o directores de orquesta. ¿Para qué, si es mucho más fácil vivir del cuento?

Yo no quiero ser director de orquesta, líbreme dios, lo que quiero es que no se premie la cultura del triunfo barato. Me gustaría poner la tele y no darme de bruces con el bodrio de turno sobre vidas ajenas y trapos sucios que cada uno debe lavar en su casa, no ante toda España. Pero claro, sale mucho más caro mantener una orquesta que pagar tertulianos de corazón. Aunque también leí hace poco que con lo que gana un jugador del Real Madrid, se cubriría los sueldos de la plantilla completa de la orquesta de RTVE. En fin, la dependencia del fútbol ya es otra guerra que en este país no se puede luchar.

¿Entiendes ahora, querido lector, por qué cuando me canso de la telebasura española me engancho a la tele sueca? Allí por lo menos no tienen una Belén Esteban que esté a todas horas en la tele despellejando su propia vida. No te alimentes de miserias ajenas. Que se note la evolución de la especie, por favor.