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André Viard, ese fenómeno, por Jesús Cid
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OPINIÓN

André Viard, ese fenómeno, por Jesús Cid

Actualizado 20/05/2014
Redacción Ciudad Rodrigo

El Hotel Conde Rodrigo I acogerá este miércoles la presentación de un volumen de Tierras Taurinas escrito por André Viard

Corría febrero de 2009. Noche fría y oscura, como lo son casi todas las noches de Febrero. El Bolsín Taurino Mirobrigense había anunciado como Pregonero, al embajador de Francia en España, hombre muy aficionado a los Toros, asiduo a un burladero de Las Ventas. A última hora, por motivos personales, el Embajador excusó su presencia, no podía acercarse hasta Miróbriga, y bien que le pesaba. Las gestiones debieron ser inmediatas para encontrar un sustituto ya que el Pregón, sería la vez primera, no puede quedar sin Pregonero.

La suerte y la decisión estaban determinadas, un francés debería sustituir a otro francés. Su nombre André Viard. Muchos, entre los que me encuentro, nos preguntamos quién, a qué, por qué, de dónde, cómo y cuándo. Algunos, entre los que me encuentro, pensamos que la sustitución no podría dar mejor resultado que la primera intención, que al fin y al cabo, es lo que cuenta. Faena de aliño, discurso de trámite, un pregón más, o un pregón menos, depende del optimismo de ese día.

Se abre el telón. Siete Damas de Corto embellecen el escenario, se sucede el protocolo. La familia Bolsinista, rinde homenaje a su Páter, José María Rodríguez Galache, no está allí para contarlo, pero su ausencia se siente más que nunca, más que nada. Primer finalista, segundo finalista, tercer finalista, cuarto finalista, y el triunfador del Bolsín taurino 2009 es? Diego Fernández. Miguel Cid Cebrián, consagrado y contrastado maestro de ceremonias presenta al Pregonero. No recuerdo exactamente, pero debió ser una presentación pormenorizada y exhaustiva, por no variar.

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Se presenta ante el atril un hombre elegante, de pelo blanco y barba de tres días, no tengo pudor en decir que atractivo, serio, pausado, entre decidido y un poco aturdido, una mezcla que le hace más interesante aún. El público que abarrota el teatro espera la faena, no hay prisa, fuera hace frío. Un ligero pero indiscutible acento galo, envuelve las palabras, y qué bonito es el acento galo, y qué bonito es el discurso. Habla con pasión, con conocimiento de causa; es matador de toros, técnicamente irreprochable; estudió periodismo en la Universidad de Salamanca, directo, fue boxeador, elegante; es artista.

Termina el pregón y el personal ruge como se ha visto pocas veces en este escenario. No son aplausos de compromiso, son de una emoción desatada por el qué y el cómo de lo que acaban de escuchar. ¡El mejor Pregón de la historia del Bolsín! se escucha desde el gallinero. Y no es exagerada ni delirante esa afirmación, si acaso indebidamente contrastada ya que quien eso dice es un joven, no tan joven, debe rondar la cuarentena, y no ha asistido más que a un puñado de pregones, ínfimo en número de los que se han celebrado hasta esa fecha.

Lo que ese joven no tan joven, pretende dar a entender entre los atronadores aplausos, es que no se puede estar mejor, no se pueden decir las cosas con una mayor elocuencia, contundencia y claridad, no se puede. Ese joven no tan joven, no sabe aún que el capítulo lejos de cerrarse, está comenzando, desconoce por el momento que ese francés que acaba de hablar, está cocinando la entrega de la colección Tierras Taurinas, en castellano.

Ignora que cuando lea la primera página ya no podrá dar marcha atrás, cada dos meses tendrá que acudir fielmente a la librería o quiosco más cercano, porque cuando un libro de toros, se convierte en una novela de historia, de amores, desamores, odios, venganzas, triunfos, fracasos, pasiones, desengaños y conquistas, nada puede impedir que se convierta en un objeto de culto. Pero eso sucederá más adelante. Es invierno, no hay prisa, fuera hace frío.

Jesús Cid López

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