Noticias y violencia

La vida cotidiana suele convulsionarse cada cierto tiempo. Las noticias saltan por su propia naturaleza de forma inesperada. Nunca una noticia que de verdad lo sea está prevista. De la misma forma que las noticias suelen ser malas, también por naturaleza; las hay buenas, pero un servidor más que noticias las llamaría de otra manera, no sé cómo, pero de otra manera. Dejo la expresión para los teóricos de la comunicación. Sin duda la noticia nunca será que el perro muerda al hombre sino el hombre al perro. Lo anormal, lo inhabitual, lo imprevisto, lo sorprendente es lo que se convierte en noticia.

Es el caso: hemos tenido una semana en la que la gran noticia ha sido el asesinato de Isabel Carrasco, la presidenta del PP de León y de la Diputación de esta provincia. El asesinato en sí ya ha sido algo tremendo, impresionante, desconcertante, al que se le ha añadido la relevancia de la persona asesinada. Pero los ingredientes del hecho han tenido además otros aspectos que le dan a la noticia una categoría superior, como es el hecho de que sean dos mujeres las actoras de la tragedia. Madre e hija, y encima, el marido y padre, jefe de la policía de Astorga. Dos años de preparación del asesinato, una tercera persona en la incógnita, una policía que es la que entrega la pistola asesina?, vamos? alguna televisión ya andará pensando en pedir un guión del caso para llevarlo a la pantalla. Es lo malo de la realidad: que siempre se termina convirtiendo en ficción.

El hecho nos ha impactado a todos, y a un servidor en concreto le superó la sorpresa porque además de todo el hecho noticioso conocía a la persona asesinada. En más de una ocasión hablé, e incluso mantuve comidas de trabajo, con Isabel Carrasco, lo que me ha añadido a la noticia en seco un sentimiento personal especial, un no sé qué que me ha dejado atónito, sin capacidad de análisis, con la única convicción de saber que vivimos en un mundo que es un gran hospital psiquiátrico donde todos estamos tocados.

Me hace recordar este acto violento a otros, de diferente naturaleza, ocurridos en Castilla y León, como los asesinatos ejecutados por la banda terrorista ETA, o el Grapo, en Salamanca, en Burgos, en Valladolid o en León. Incluso otros que nada tienen que ver con lo ocurrido, pero que al llevar la carga descontrolada de la violencia me obligan a tirar de la memoria para hacer un alegato contra cualquier hecho irracional, antihumano o de locura. En Salamanca, en León, en Valladolid, en Zamora? ha habido hechos en los últimos treinta años que nos hicieron recordar la España truculenta, violenta y cainita. En la Diputación salmantina hubo políticos que tuvieron que saltar por las ventanas, con amenazas de muerte incluidas; en León han sucedido hechos absolutamente mafiosos en los últimos lustros, con algún muerto por medio hace algunos años, y con repercusiones paralelas en Valladolid; en Burgos la tensión llegó a ser insoportable por el ladrillo; en Palencia secuestraron a un concejal; en Zamora se mascó la delincuencia en distintos momentos con variantes complejas?, o sea? quiero decir? que esta tierra que parece tan pacífica -donde nunca pasa nada - no lo es. Somos gente belicosa, transgresora de las normas, de las leyes y del sentido humanista. Somos un pueblo que nos creemos culto por tener una gran historia, por el prestigio de nuestras universidades y por la grandeza personal de muchos de los nuestros. Pero un análisis riguroso nos induce a pensar que dejamos mucho que desear.

Que ahora haya demenciados que hagan alegatos en las redes sociales, o incluso en declaraciones a los medios, alegrándose del asesinato de Isabel Carrasco, o incitando a actos de este tipo, nos demuestra que hay mucha labor por hacer. Jamás puede aceptarse o ser complaciente con un acto así. Necesitamos reforzar la educación, necesitamos redoblar el esfuerzo para que domine en nosotros la razón, que nos alejemos de la pasión absurda y primitiva del odio o la venganza del ojo por ojo y diente por diente. No se trata de poner la otra mejilla evangélica, pero sí de apostar siempre por la mesura, el equilibrio y la disposición a solucionar los problemas o las disputas desde la ley.

Ya es tiempo, ya es hora, de que los españoles entremos en la senda de los pueblos formados, de los pueblos democráticos, de los pueblos pacíficos. Por supuesto que siempre hubo y siempre habrá asesinos y violentos, pero de lo que se trata es de que nunca se les ampare, se les proteja o se les apoye. Sólo así ayudaremos a mejorar a esta sociedad enferma que nutre su tesis al acomodarse a las circunstancias de la crisis económica o a la desgracia del paro. Estos caldos de cultivo sólo sirven para querer justificar lo injustificable.