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Las hormigas de Madrid, por Jesús Cid
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OPINIÓN

Las hormigas de Madrid, por Jesús Cid

Actualizado 12/05/2014
Redacción Ciudad Rodrigo

"Es Juan Del Álamo, un torero de Ciudad Rodrigo. Torea de capa muy bien y las hormigas madrileñas se ponen muy contentas".

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Sorprende ver como ajenas al ruido, la contaminación, el trasiego incesante de vehículos y en unas condiciones nada favorables, las hormigas de Madrid continúan laboriosas y disciplinadas en su tarea de grano a grano ir llenando su granero. En un parque muy cerca de la Plaza de toros de las Ventas, es lo único que te recuerda la naturaleza rústica más elemental. Esas hormiguitas se introducen en su agujero con la carga preciada, satisfechas del deber cumplido, ajenas y desconocedoras que otro agujero, monstruosamente más grande que el suyo y que les pasa por debajo, acerca a otro enjambre de hormigas camino de la Plaza de toros.

Falta una hora, y ese agujero va escupiendo a un ritmo incesante y creciente hileras de hormigas que no se detienen con nada y que tienen en mente un destino; asistir a la segunda corrida de San Isidro. El cartel no es el más rematado de la feria, ni mucho menos, pero gran cantidad de ellas se han dirigido al evento. Hormigas laboriosas que durante la semana han ido guardando poquito a poco, para poder estar en el espectáculo. Saben que ir a los toros a Madrid no es cualquier cosa, pero además saben, o no, que la Plaza de Madrid es la más barata de España, y que la entrada más cara de un tendido de sombra, en comparación, es más barata que la de un tendido de sol en la plaza de Salamanca. ¡Pobres Hormigas aficionadas Charras, tendrán que laborar mucho más que las hormigas madrileñas para permitirse el capricho!

Quedan diez minutos para que suenen los clarines, hay muy pocas hormigas en los tendidos, pero el agujero enorme al lado de la Plaza permite que a la hora anunciada el aspecto sea mucho mejor, dos tercios de entrada.

Es la hora, tres hileras perfectamente dispuestas, cruzan la arena de la plaza. Cumplido el rito aparece el primer toro, luego el segundo, y la sensación es que el peligro de esos animalitos es mucho menor que cruzar la carretera repleta de coches para recoger el grano del otro lado y luego volver al hormiguero. De hecho así es. Aparece el tercer toro, hay un torero en la Plaza, no ha dado un lance, no ha citado al toro aún, pero se percibe que ese muchacho no ha venido a pasar el rato. Es Juan Del Álamo, un torero de Ciudad Rodrigo. Torea de capa muy bien y las hormigas madrileñas se ponen muy contentas. Torea templado, poderoso y profundo con la muleta, no se arredra ante las dificultades, y la masa se pone más contenta aún. Toma la espada, el toro ya no tiene un pase más, el torero le ha sacado todo lo que llevaba dentro, la hunde en el morrillo del animal, la muerte es fulminante. Los tendidos desbordan pasión, se tiñen de blanco y el presidente no tiene alternativa. Primera oreja de San Isidro, oreja de ley, oreja que en condiciones normales, debería asegurar el granero del Juan del Álamo y pasar un plácido invierno.

Salta a la arena el sexto toro, parece ser que a este Mirobrigense no le va la vida de cigarra, vuelve a lancear de aupa, brinda a la masa, la puerta grande está cerca, otra vez gran faena del muchacho. Pitón izquierdo imposible es volteado violentamente, no hay dolor cuando el triunfo está tan cerca. Cuaja al toro por el pitón derecho, pero el toro ya no está dispuesto a colaborar para que el torero llene el granero de una manera tan apabullante, no colabora en su propia muerte y el matador no hace el resto. Adiós a la puerta grande, adiós al triunfo absoluto. No importa, la sensación que ha dejado esa hormiguita de Ciudad Rodrigo, es que tiene todas las condiciones para convertirse en mosca cojonera. Termina el festejo y las hormigas toman el camino de regreso, las de Madrid se quedan en Madrid y las de Salamanca hacia Salamanca, un destino común les une; el negro agujero de la rutina diaria.

Jesús Cid

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