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Memoria de Juan Pablo II
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Memoria de Juan Pablo II

Actualizado 11/05/2014
José Román Flecha

Con motivo de la canonización del Papa Juan Pablo II, he recordado las tres ocasiones en que pude saludarle personalmente.

La primera tuvo lugar en la Universidad Pontificia de Salamanca, el día 1 de noviembre de 1982. Cuando dijo que merece la pena dedicar una vida al estudio de la Teología, me pareció que aquellas palabras venían a resolver las dudas que me recomían por aquel tiempo.

La segunda vez fue en la basílica de San Pedro, con motivo de un simposio organizado a los veinte años de la exhortación apostólica Familiaris consortio. Como era obligado en aquel momento, le di las gracias por haber exhortado a la familia a ser lo que es.

La tercera y última vez tuvo lugar en el patio del palacio de Castelgandolfo, con motivo de un congreso de profesores de las Universidades Católicas. De nuevo le di las gracias por todo lo que había hecho durante su pontificado a favor de la vida humana y de la dignidad de la persona.

La reflexión sobre la Palabra de Dios, la atención a la familia y la defensa de la vida del ser humano fueron tres ejes importantes en la reflexión y en el magisterio de Juan Pablo II. Los tres ejes se apoyaban en la piedra fundamental que es la fe en Jesucristo:

En su libro "¡Levantaos. Vamos!", escribía el Papa Wojtyla: "Jesucristo quiere decir fidelidad a la llamada del Padre, corazón abierto hacia todo hombre con el que uno se encuentre, camino en el cual puede faltar incluso donde reclinar la cabeza (Mt 8,20) y, por fin, Cruz, por medio de la cual alcanzar la victoria de la resurrección".

A continuación añadía: "La fe en Él consiste en el continuo abrirse del hombre al continuo entrar de Dios en el mundo de los hombres, es el moverse del hombre hacia Dios, un Dios que lleva a los hombres unos hacia otros".

Es importante observar esos subrayados sobre Cristo, modelo de fidelidad al Padre y de apertura a los hombres. Y es importante recordar esa respuesta del creyente que acoge a Dios y acepta a todos los hombres sus hermanos.

En uno de sus versos escribió San Juan Pablo II: "Yo creo que el hombre sufre, sobre todo, por falta de visión". Esa visión de la fe, mantuvo su amor a la humanidad y su esperanza de cambiar el mundo. Con razón ha escrito de él Andrea Riccardi: "Fue un hombre que, incluso en los momentos más oscuros, buscó una visión de futuro, abriéndose camino entre las heridas".

Su fe no lo cerraba, sino que lo abría al mundo. En su libro "Don y Misterio" el Papa recordaba que en los encuentros con los científicos había aprendido que desde las otras ramas del saber "se puede llegar a la verdad partiendo de perspectivas diversas".

El escritor Gian Franco Svidercoschi, al resumir la vida de San Juan Pablo II, la ha identificado con una canción juvenil polaca que le gustaba mucho: "Si quieres seguirme, toma tu cruz de cada día y ven conmigo a salvar al mundo en este siglo". Y eso es lo que hizo a lo largo de su vida.

JESÚS ES LA PUERTA

Domingo 4º de Pascua. A

11 de mayo de 2014

"Hermanos, ¿qué debemos hacer?" Esa es la pregunta que se hacen las gentes de Jerusalén, tras escuchar la predicación de Pedro sobre la crucifixión de Jesús. Esa pregunta es también la que debe surgir de nuestros corazones después de escuahar la Palabra de Dios.

Pero es también la pregunta que deberíamos hacernos al contemplar el panorama de nuestro mundo. Este mundo muestro, acribillado por tantos dolores y por tantos errores humanos, hace sufrir a las personas y dificulta el entendimiento social.

Es interesante ver cómo los medios de comunicación airean las noticias de los cambios que va poniendo en marcha el Papa Francisco. Muchos esperan cambios más radicales en los órganos supremos de gobierno de la Iglesia. Y con razón. Pero pocos nos hacemos esa pregunta sobre los cambios que Dios espera de nosotros: "Hermanos, ¿qué debemos hacer?"

IMA REVELACIÓN

Recordamos los versos T.S. Elliot en Los Cuatro Cuartetos: "En nuestra memoria se oye el eco de unas pisadas, que bajan por el atajo que no hemos tomado hacia la puerta que nunca hemos abierto?" ¿Por qué se habrá aplicado Jesús a sí mismo la imagen de la puerta?

Jesús se presenta a sí mismo como el buen pastor que conoce a sus ovejas. En el mismo contexto, también se aplica a sí mismo la imagen de la puerta, por la que entra el rebaño (Jn 10, 1-10). "Yo soy la puerta". ¿Qué significa esta imagen? Bien sabemos que la puerta cierra la casa y su intimidad. Pero también la abre al encuentro con las gentes.

Al revelarse como la puerta, Jesús se presenta como un lugar de encuentro. En Jesús toda persona puede encontrarse con Dios. En Jesús, Dios se nos abre y manifiesta, nos sale al encuentro y nos abre, nos acoge y nos perdona. Con esa pretensión denuncia a tantos falsos redentores que no merecen nuestra confianza y, por eso, no logran franquear la entrada.

Con unas preguntas inolvidables, San Agustín comenta que Jesús se abre como una puerta: "¿Quién es la puerta? - Cristo. ¿Y qué es Cristo? - La verdad. ¿Quién abre la puerta sino el que enseña toda la verdad?" Así pues, los citados versos de Elliot nos advierten del riesgo de perder el encuentro con el que es la Verdad.

UNA INVITACIÓN

Pero Jesús no se limita a revelarse a sí mismo como "la puerta". Nos indica un itinerario y nos invita a recorrerlo para poder acercarnos a él:

? "Quien entre por mí se salvará". Jesús es la vida y la paz, la fuente de la reconciliación y la raíz de la esperanza. En el mundo hay otras vías y otras puertas posibles, pero algunas de ellas nos desvían del camino hacia la verdad.

? "Quien entre por mí se salvará". Jesús es la puerta. Quien entra por él podrá entrar y salir y encontrará pastor abundantes. Algunas veces pensamos que Jesús impide nuestra libertad, cuando en realidad es el acceso a la verdadera vida.

? "Quien entre por mí se salvará". Jesús es una puerta que no tiene cerrojos. Podemos acercarnos a él o ignorarlos. Pero sólo la puerta de la verdad, que es Jesús resucitado, nos abre al camino que nos lleva al banquete de la vida.

- Señor Jesús, tú eres la puerta que nos abre al misterio de Dios. Tú nos abres la posibilidad del encuentro con nuestros hermanos. Y tú nos abres a la esperanza de nuestra propia realización. Bendito seas por siempre, Señor. Amén.

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