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Vera amicitia
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Vera amicitia

Actualizado 09/05/2014

En las últimas semanas hemos seguido el peregrinaje propuesto por la escalera del Estudio de Salamanca. Una escalera alegórica que hoy coronamos tras sortear los peligros de la juventud, danza, frivolidad y sus placeres. Una serie de elecciones juiciosas han permitido al estudiante domar el potro de sus pasiones para, al fin, alcanzar el amor verdadero.

El amor puro (vera amicitia) se muestra en toda su epifanía en la última pilastra de la escalera. Un joven desnuda su corazón, descalzo, con dos filacterias, acompañado de un trompero que le anuncia con júbilo. El noble instrumento pregona el triunfo final. El amor concupiscente, sin ser sofocado, ha sido integrado en el terreno del conocimiento y del amor de benevolencia. El alma discursivo-afectiva ha situado donde corresponde la pulsión sensitivo-instintiva, un tipo de amor que nos muestran los primeros escalones.

Dos maestros del Estudio del XV lo expresaron así: "Todo amor se inicia en la visión. El del contemplativo de la visión asciende a la mente. El del voluptuoso del aspecto baja al tacto" (Marsilio Ficino) o "el sentimiento perdió su juicio, sus fuerzas, perdió su razón, su consejo, su prudencia. Helos todos ciegos a causa de un ciego que es el pensamiento y la imaginativa que dio al corazón tan maldito sosiego, metiéndole dentro ardientísimo fuego do siempre el deseo lo atiza y lo aviva" (Dr. Villalobos).

La imagen del amor verdadero o vera amicitia a modo de joven vestido con hábito verde viene de lejos. Ya Fulgencio narra esta representación en Roma. Rostro y cabeza descubiertos y su frente escrita, "invierno y verano"; en el costado izquierdo un corazón descubierto donde se lee, "lejos y cerca"; y en la orla del vestido: "muerte y vida". Se trata del amor ideal, amor fiel, bajo cualquier circunstancia.

La escalera ha cumplido su cometido. En su más alta labra, el estudiante que se negó placeres a lo largo del camino por un bien mayor, obtuvo el preciado laurel, la mayor excelencia. Al final de la escalera se topa con el gran hallazgo que conduce a la felicidad: el amor puro, plenitud y premio a los que se afanan en el Estudio y que Fray Luis canta hasta nuestros días en su Noche serena: "Aquí vive el contento, aquí reina la paz; aquí asentado en rico y alto asiento está el amor sagrado, de honra y de deleites rodeado. Inmensa hermosura, aquí se muestra toda y resplandece clarísima luz pura, que jamás anochece. Eterna primavera aquí florece".

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