Seguimos sin cambiar

El tiempo pasa, la vida corre, los problemas se transforman, tu visión se modifica o se lima en sus aristas, la edad te va forjando y lo que hace once años era una visión de tus mayores, ahora se convierte en una representación personal, o, al menos, una imagen propia ya muy cercana.

Por finales del 2002, o principios del 2003, describía a nuestros abuelos, a nuestros mayores, como aquellos con sinuosos y profundos surcos en su rostro, párpados flácidos, ojeras pronunciadas, cano pelo, imagen frágil, figura corvada por los años y pesares y? ya cada vez más, la propia imagen, empieza a parecerse a la descrita.

En este tiempo, además del reflejo personal, comienzo a ver que, aún habiendo transcurrido más de 10 años, aquellos dibujos escritos, que realicé en su día, siguen vigentes y no se han solventado los problemas que en ellos planteaba; pues, la visión del abuelo como un estorbo, un voto, un incordio o una "nani" o un costo añadido a la seguridad social o un negocio, desgraciadamente, sigue plenamente vigente, hasta el punto de que el artículo de aquellas fechas bien podía haberlo publicado nuevamente hoy y nadie notaría su antigüedad. La sociedad, las políticas, las mentalidades y el daño que ellas producen, no han sido resueltas aún. Es más, creo que, en lugar de resolver el problema, de luchar por la dignidad de nuestros mayores, de defenderles del maltrato en el seno familiar y de la sociedad, lo que hemos hecho es ahondar en el mismo y despreciar esa experiencia, esa vida, ese sacrificio y esa verdad en pos de una sociedad onanista, cruel, que busca la belleza sin contenido, el poder por el poder y la juventud sin sentido.

Van a ser las elecciones europeas y a ellas se presenta hasta un partido animalista, preocupado por los animales; mientras, en nuestra sociedad, se desprecia al anciano, se les encierra en asilos para que no molesten o se les utiliza como cuidadores de nuestros hijos hasta su extenuación, e incluso algunos "progres", una vez que los han usado, comienzan a plantear su eliminación por medio de la eutanasia, encubriendo el tema con el sensible y potente argumento de la "muerte digna".

Luchamos por la igualdad de género y, con esa disculpa, hemos creado una legislación de protección a la mujer maltratada; pero, ¿y esos niños que son agredidos, esos discapacitados que son perjudicados en su vida por una profesional canalla y ruin, y esos abuelos que son esclavizados, vilipendiados, utilizados y desechados como si de una pañuelo de papel se tratase o que incluso son vejados en su dignidad y salud en residencias de ancianos en las que sus hijos los han aparcado para evitar el problema?

Ojalá, dentro de otros 10 años, cuando me vuelva a poner ante el folio en blanco para escribir de nuestros mayores, pueda alegrarme por el avance social que supondría volver al pasado de veneración, respeto, cariño y ensalzamiento que debemos a quienes, antes que nosotros, con igual o más esfuerzo, se colocaron bajo el trono, se lo cargaron y llevaron a esta sociedad hacia un futuro mejor, para que, una vez agotados y relevados por otros, puedan descansar en paz, ser escuchados en su experiencia y valorados en lo vivido y no tengan que, con hondo sentimiento, observar que no hemos avanzado nada de nada, que no hemos hecho los deberes y que, con un poco de mala suerte, el futuro que dejaremos, ni mucho menos, será mejor.