SexArt

Un comisario de exposiciones que se hizo famoso hace un tiempo (y cuyo nombre me callo para no hacer sangre inútil) propuso hacer una muestra sólo con hombres (varones) y donde se reivindicase explícitamente tal condición sexual. Es decir una muestra machista (o varonil, que creo era más adecuado) desde la perspectiva que hoy se pueda dar a eso que tan mal suena. Era en los comienzos de la rumia parlamentaria de las leyes de paridad e igualdad de género. Y según él mismo manifestase entonces medio públicamente constituía un acto de legítima defensa ante el desatino legal que se nos podría venir encima. La exposición quedó en proyecto y nunca llegó a realizarse.

A día de hoy hay exposiciones que reivindican lo contrario de aquello (o lo complementario de aquello, mejor, desde el punto de vista del sexo) y se subvencionan públicamente y se ven con sumo agrado y muestras de simpatía y excelente crítica. En el programa expositivo de cualquier ciudad hay muestra bien evidente de ello. A estas alturas de siglo (veintiuno si mi calendario no se me ha disparatado) aún se puede andar con ese tema a cuestas pero siempre desde una determinada perspectiva. Que se reúnan obras artísticas previo signo sexual diferenciador antepuesto, como si fuesen los lavabos de un bar moderno. Que el sexo sea el elemento angular y diferencial del evento. Claro que es bien visto y coherente el segundo de los casos (el usual hoy día, el feminista) y no el primero que señalo.

El comisario que no citaba al comienzo se jubiló ya después de un notable éxito internacional sin realizar ese sueño que rondó por su cabeza. Y creo que ahora no echa para nada de menos el que pudiese haber sido organizador de aquello que proyectó en su día. A estas horas con ese estigma en su currículo estaría desahuciado como crítico y como jubilado, simple y llanamente. Hubiera sido un desacato casi a la ley, a lo correcto, a lo fino, a lo establecido y aceptado hoy en día, mirarle a los bajos de una obra de arte (o de un artista, que viene a ser lo mismo para el caso) para saber si era de macho o hembra, si algo colgaba o no colgaba como requisito esencial de un modo ver y entender el arte. Menos mal que no llegó a hacerlo, la que le hubiese caído encima.