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HAYMARKET
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HAYMARKET

Actualizado 30/04/2014
José Luis Zarza

Hoy es jueves, 10 de noviembre y siento frio, las celdas de la cárcel del condado de Cook son sombrías y heladoras, como todas las celdas de todas las cárceles de todos los lugares del mundo. Dicen que han encontrado bombas en mi celda y se han olvidado los detonadores. Otra infamia más de una pantomima de juicio celebrado contra ocho de los miles que nos manifestamos en Haymarket. Pero todo había empezado muchísimo tiempo atrás.

Desde 1829 veníamos reivindicando la jornada tripartita, ocho horas para el trabajo, ocho horas para la familia y ocho horas para el sueño. Trabajamos 18 horas diarias ¡dieciocho horas!, e incluso los niños lo hacen. Las protestas iban aumentando desde todas las organizaciones sindicales, lo que obligó al Presidente de Estados Unidos a promulgar la Ley Ingersoll en 1868, por la que se determinaba la jornada máxima de ocho horas, pero distintas clausulas permitían, con subterfugios, aumentar la jornada hasta las 18 horas.

Tuvimos paciencia, muchísima paciencia, pues no fue hasta 1884, ¡dieciséis años más tarde!, y ante el incumplimiento sistemático de la susodicha ley, cuando se anunció la huelga de todos los trabajadores si se seguía incumpliendo el establecimiento de las ocho horas de trabajo y no fue hasta 1886, dos años después, cuando se llamó a la huelga para el 1 de mayo.

Más de 200.000 trabajadores acudimos a la huelga. Era increíble observar el fervor de todos los trabajadores para conseguir la jornada de ocho horas. Las movilizaciones se alargaron hasta el día 2 e incluso el 3 de mayo, sin embargo alguna fábrica había continuado su producción, no con trabajadores de la empresa, sino con esquiroles lo que provocó, a la salida del trabajo, enfrentamientos que causaron algún muerto y muchos heridos. Como consecuencia de ello nos convocaron a una concentración a la que asistimos más de 20.000 personas y que fue reprimida por doscientos policías; durante la represión estalló una bomba muriendo una persona e hiriendo a otras varias. La policía cargó contra nosotros disparando con fuego real matando e hiriendo a un número indeterminado de trabajadores. Excuso deciros que la represión fue brutal deteniendo a centenares de nosotros que fuimos torturados y golpeados sistemáticamente. Un mes más tarde se instruyen diligencias contra 31 de nosotros, fuimos juzgados ocho del total de detenidos.

Para que contaros la pantomima de juicio que hubo contra nosotros, una farsa absoluta llena de irregularidades procesales de todo tipo, testigos falsos, pruebas que no sostenían la más mínima investigación, hasta llegaron a hallar bombas en mi celda, ¡en mi celda!, ¿cómo llegaron hasta allí?. Fuimos todos condenados, Fielden a cadena perpetua, Neebe a 15 años de trabajos forzados, Engel, Fischer, Parsons, Spies y yo a morir en la horca. Mañana, viernes 11 de noviembre, se cumplirá la sentencia.

Hoy es jueves, 10 de noviembre, me llamo Louis Lingg, tengo 22 años y no les voy a proporcionar el placer de verme ahorcado.

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