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Marruecos, tan cerca y tan lejos
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Marruecos, tan cerca y tan lejos

Actualizado 20/04/2014
Victorino García Calderón

La visita a Marruecos es tan extraordinaria desde el punto de vista didáctico que debiera estar incluída en las programaciones de los Institutos de Enseñanza Secundaria.

A pesar de haber dejado las labores docentes, no pude resistirme cuando este año los alumnos que cursan 1º de bachillerato me pidieron que fuera con ellos a Marruecos. La oferta era atractiva ya que a este país, tan cercano en el espacio, no había viajado nunca y, por tanto, me atraía la idea de ver, de pisar, de sentir, los mismos espacios en que lo hicieron los autores de la Giralda de Sevilla hace siglos, o lo hace Juan Goytisolo en la actualidad.

Lo primero que debo decir es que el Estrecho es algo más que una frontera: separa y une, algo parecido a lo que significa la Raya en el oeste español, pero a lo grande. Las connotaciones entre el sur de España y el norte de Marruecos son algo más que una herencia lógica. Es un placer encontrar a personas en Chefchaouen o Tetuán que hablan un castellano perfecto, todos los componentes de la expedición estudiantil, incluidos los conductores de los dos autobuses, pudimos constatar que estábamos, de alguna manera, como en casa.

La lección que los estudiantes de bachillerato reciben al pasar al otro lado del estrecho es de tal magnitud que un viaje así, aunque sea tan rápido y con tantos kilómetros (unos 3.600), se hace casi imprescindible como complemento a una educación excesivamente estática y sumergida casi exclusivamente en los llamados "valores occidentales". La constatación "in situ" de que no somos los únicos que tenemos grandes cosas y de lo contrario es algo que cualquier estudiante deberá saber valorar en el futuro, estoy seguro de ello, algún día hablará a sus contemporáneos como una de las grandes cosas que le acontecieron mientras era estudiante y presumirá de lo que aprendió en "aquel viaje del 14".

Viajar por Marruecos supone, desgraciadamente, constatar que existe mucha gente que no sabe qué es la crisis, vive en ella desde hace decenas de años, la pobreza en la que se encuentran muchísimos marroquíes es algo que llama la atención, al igual que la riqueza que ostentan unos cuantos, constatar el nacimiento de la clase media que se está emergiendo en ese país, la adoración a la monarquía, pasar en unos kilómetros del verdor al desierto, del burro al cochazo, de la casa peor que humilde (eso sí, con parabólica) al chalet estilo francés, prescindir del adobe en la construcción y sustituirlo por adoquines de hormigón, la incesante construcción de escuelas y centros de formación, las inauguraciones reales movilizando a miles de personas por cualquier provincia del estado marroquí con los gastos que ello supone, las inmensas dunas de arenas de color rojo-veneciano del desierto, la nieve en el alto Atlas por encima de las nubes, los colores azules, blanco, ocres, sienas, rojos de los pueblos y de las tierras donde se asientan, la riqueza y diversidad de cultivos, el regateo, las amplias avenidas de las grandes ciudades en contraste con sus medinas, los niños jugando en las calles estrechas, en los parques, en los cauces secos de los ríos, la mímesis de las construcciones de barro en los oasis más allá del Atlas, las carreteras infernales que hacen posible contemplar paisajes de alta montaña indescriptibles, el té con hierbabuena, las naranjas, el cuscús, la falta cotidiana de bebidas alcohólicas, el aspecto de las carnicerías al aire libre, las distintas y variadas vestimentas de los lugareños de cada sitio y un sin fin de sensaciones visuales, auditivas y lingüísticas hacen que sea una experiencia inolvidable y un perfecto lugar para el aprendizaje.

Si no viviéramos tan de espaldas a África, mejor dicho, si no pusiéramos tantas concertinas, físicas y mentales, a las influencias mutuas y si nos importara menos la mal llamada cultura anglo-sajona, un viaje así debiera ser obligatorio para todos los estudiantes y, por tanto, pagado todos los españoles, es decir, por el estado español, pero me temo que estamos a otras cosas, no hay más que leer a Juan Goytisolo.

Puedes ver las fotos en este enlace:

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Victorino García Calderón

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