JULIO FERNÁNDEZ GARCÍA / Profesor de la Usal
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Pero aunque quieras evadirte de la pesada losa que nos impone el tejido social, no dejan de aparecer informaciones que lo siguen identificando febril, iracundo e insolidario. Leo que España es el segundo país de la Unión Europea que menos reduce la pobreza infantil, según el informe de Save the children, 'Pobreza infantil y exclusión social en Europa'. Este documento ratifica el último informe de Cáritas Diocesana, que apunta que nuestro país es el que tiene un porcentaje más elevado de niños sin recursos, concretamente un tercio de los niños españoles sufre la pobreza y el riesgo de exclusión social. Que España esté a la cola de Europa en ayudas sociales para combatir esta marginalidad infantil es un síntoma de que nuestros gobernantes no merecen seguir ni un minuto más en sus respectivos cargos.
Sigo pasando páginas de periódicos y me detengo para leer entrevistas realizadas a algunas personas que desempeñaron puestos técnicos en diferentes administraciones territoriales (Ayuntamientos, Comunidades Autónomas y Administración General del Estado) y que tuvieron que dimitir porque éticamente no podían "comulgar con ruedas de molino" al tener que realizar informes favorables para otorgar licencias de construcción o de otro tipo contrarios, no sólo a la legalidad vigente, sino también a la lógica y el sentido común y que avalarían decisiones prevaricadoras de responsables políticos. Gentes honestas que no quisieron entrar en la espiral diabólica de la corrupción, de esas prácticas que tiñen de negro muchas decisiones de la administración civil, judicial, económica, financiera o militar. "Es terrible, -dice uno-, que quienes denunciamos la corrupción estemos tan solos y los que la practican, se sientan tan acompañados". "La corrupción se fabrica, -dice otro-, en el actual sistema político debido al diseño de las estructuras de poder, jerárquicas y opacas". Y un tercero sentencia, "El Estado de Derecho no responde porque hay una falta de cultura democrática en nuestro país". No le falta razón a ninguno de ellos. Pero lo más triste y desalentador es que nuestros políticos y gobernantes no hacen nada, ni por prevenir estas conductas, ni por sancionarlas adecuadamente.
Para más INRI (ahora que estamos en la semana de pasión), me entero que ha fallecido el gran escritor García Márquez, ese novelista latinoamericano universal y Premio Nobel, creador de El amor en tiempos del cólera, El coronel no tiene quien le escriba, Crónica de una muerte anunciada, o la que nos ha apasionada a todos, la inolvidable Cien años de soledad, en la que los Buendía (esa saga familiar de cuatro generaciones, compuesta por los Aurelianos: pensativos, meditabundos, combativos, y los José Arcadios: parranderos, obsesivos y locos) fundan Macondo, pueblo caribeño que es testigo de la felicidad, la tristeza, la fortuna y la desdicha. Reconozco que a los amantes de la literatura esta noticia nos ha llenado de tristeza. ¡Descansa en paz Gabo!
¡Y yo que quería entregarme a la paz, al sosiego, la inspiración y el retiro espiritual e intelectual durante estos días en mi arcadia, Mieza! Está visto que podremos descansar de nuestras obligaciones laborales y de nuestros ajetreos, pero la información sigue. Y, por desgracia, con tintes poco gratificantes.