Informe PISA

De nuevo, hace pocas semanas, el informe Pisa. Y otra vez patinazo, y de nuevo esa sensación mezcla de humillación e incapacidad. Situados en una especie de bucle, atenazados, da la sensación de no ser gran cosa cultural en el concierto europeo. La educación que reciben nuestros hijos parece insuficiente para configurar habilidades que les permitan soltarse en las actividades de la vida diaria. Y a raíz de ese Informe, junto a las habituales cascadas de declaraciones-justificaciones que niegan esa realidad educativa, otras dejan aportan una sana autocrítica: "demasiados conocimientos memorísticos, poca actividad educativo-creativa para tareas complejas", "educamos para el aula, no educamos para la vida", "hay una necesidad de recuperar valores en la casa y en la escuela", "padres demasiado protectores y permisivos a un tiempo"?

Sin duda que ante el alto nivel de fracaso escolar de los nuestros comparados con sus coetáneos europeos echamos en falta la gran asignatura pendiente que es el "pacto de estado" o proyecto educativo sólido ajeno al vaivén político. Luego, toda la comunidad educativa: padres, profesores y sociedad ha de atreverse a educar. Esa es la cuestión. Rompamos inercias destructivas en vez de financiarlas.

Como botón de muestra trataré del botellón y la cultura de la noche. Chicos y chicas cada vez más jóvenes salen de madrugada y vuelven al amanecer, mediando eso sí el alcohol. Ante este hecho, las instituciones dan la impresión de mirar para otro lado, y el ciudadano se habitúa a soportar ruidos y suciedades ¿Tendrá que ser así? Y tras el rastro de nuestros vástagos, puntualmente, al amanecer, cuadrillas de operarios, escobas y mangueras al ristre, semana tras semana, son los encargados de hacer desaparecer la penosa evidencia, porque aquí no pasa nada. Devolver la limpieza a nuestras calles y plazas tras los excesos consentidos y con dinero público ofrece una dudosa pedagogía a las nuevas generaciones. Los adultos perdemos el norte y luego nos quejamos.

Mantener inercias frente a un panorama a veces desolador se entiende desde la vieja ecuación de Hume: is=ought. Pensamos: así son las cosas, luego así tendrán que ser. Atrapados en una mezcla de resignación e indignación general asistimos impotentes a la socialización de la mediocridad, incluso del vicio. Perdemos batallas sin pelearlas.

Con todo, la cultura puede abrirse paso. Seamos serios en casa, en el claustro, en el ampa y saldremos airosos de la actual emergencia educativa. "Todas las cosas son imposibles mientras no las vemos de otra forma" (C. Arenal). Hay alternativas. Y pasan por recuperar el timón de la nave para luego, mar adentro, afrontar la aventura de educar: con amor, humor, lazos y límites, como manda la mejor psicología.