CANTALPINO | Esta religiosa salesiana, FMA, vio la luz en el crepúsculo del siglo XIX en una familia tan rica de fe como escasa de medios
A los doce años va a Salamanca con su hermana mayor y se pone a servir como niñera. Los domingos por la tarde va al oratorio festivo de las Hijas de Maria Auxiliadora, allí conoce a las hermanas, que deciden pedirle su colaboración para ayudar a la comunidad. Eusebia acepta con mucho gusto y enseguida se pone manos a la obra: ayuda en la cocina, acarrea la leña, ayuda en la limpieza de la casa, tiende la ropa en el patio grande, va a acompañar al grupo de las estudiantes a la escuela estatal y hace los mandados en la ciudad.
El deseo secreto de Eusebia, de consagrarse por entero al Señor, enciende y nutre cada vez más sus actos y su oración. Dice: «Si cumplo con diligencia mis deberes tendré contenta a la Virgen Maria y podré un día ser su hija en el Instituto». No se atreve a pedirlo, por su pobreza y falta de instrucción, no se cree digna de tal gracia: porque piensa, ¡es una congregación tan grande!
La Superiora visitadora, con la que ella se confía, la acoge con bondad materna y le asegura: «No te preocupes de nada» y con gusto decide admitirla en nombre de la Madre General. El 5 de Agosto empieza el Noviciado en preparación a la profesión. Después de dos años ? 1924 ? se consagra totalmente al Señor con los votos religiosos que la vinculan mucho más a él. Todo en Sor Eusebia, refleja el amor de Dios y el fuerte deseo de hacerlo amar.
Sus jornadas de trabajo son una transparencia continua y lo confirman sus temas predilectos de conversación: el amor de Jesús a todos los hombres que ha salvado con su Pasión. En Valverde del Camino (Huelva), y tras varios años de enfermedad, Sor Eusebia fallece en el corazón de la noche entre el 9 y el 10 de febrero de 1935. Fue beatificada por Juan Pablo II el 25 de abril de 2004.