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Actualizado 05/04/2014
Redacción

JULIO FERNÁNDEZ GARCÍA / Profesor de la Usal

Aniversarios | Imagen 1La muerte de Suárez ha conseguido unir en el duelo a todas las formaciones políticas democráticas españolas, en una imagen insólita para los tiempos de división cainita que la fatalidad de nuestro destino hispano nos ha deparado, por desgracia, desde siempre.

Ver juntos a los restantes ex presidentes del Gobierno vivos de nuestra joven democracia (González, Aznar y Zapatero), además del actual, Rajoy y todas las fuerzas sociales, militares, económicas e incluso eclesiásticas, es un síntoma de madurez democrática y de infinito agradecimiento a una figura clave en la historia de España.

De todas formas, parecía todo demasiado idílico y plausible hasta que se celebró el funeral de Estado en la Catedral de la Almudena, en Madrid, cuando irrumpió como un elefante en una cacharrería la ominosa figura del Arzobispo de Madrid, Cardenal Rouco, manifestando en su homilía que el 'fantasma' de la Guerra Civil podría repetirse si no seguimos la senda de la unidad.

Expresiones de este calado entierran el epitafio del propio Suárez "la concordia fue posible" y resucitan el que ha presidido siempre nuestro destino, el de Larra "aquí yace media España, murió de la otra media", pronunciado en el S XIX, o los versos de Machado

Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón

para continuar con la tendencia de la sociedad española a escindirse en bandos irreconciliables.

Ese no es el camino a seguir para construir un país que se sacuda de su tétrico pasado. Los ciudadanos queremos pasar página y hacerlo con dignidad. Se necesitan más personas como Suárez y un poder eclesiástico más acorde con los postulados del Concilio Vaticano II (encarnados en papas como Juan XXIII, Pablo VI o el actual Francisco, y de Cardenales como Tarancón), que de Arzobispos como Rouco, más próximos a los dogmas del Cardenal Gomá (primado de España durante la Guerra Civil), adalid de la "cruzada contra el infiel, contra los rojos" y que afirmaba que no era posible otra pacificación que la de las "armas".

Pero siempre hay sectores sociales, políticos, culturales e incluso de medios de comunicación, a los que nos les interesa salir de ese mensaje permanente de 'guerracivilismo' en el que están instalados.

Desde el punto de vista estrictamente democrático y respetando el libre ejercicio de la libertad de expresión, es legítimo pensar como se quiera. Ahora bien, cuando ese pensamiento cainita es apoyado o sugerido por sectores afines al poder político gubernamental o, al menos, cuando desde ese poder no se condena sin paliativos ese tipo de conductas, algo falla en nuestro Estado Social y Democrático de Derecho.

Todos sabemos que algunos miembros del actual Gobierno siguen el dictado de concretas recomendaciones de personajes como Rouco (Gallardón, por ejemplo, en el anteproyecto de reforma de la ley del aborto) o de ultramontanos periodistas afines que siguen diciendo que determinados partidos políticos, como el comunista o plataformas como la de 'Podemos', deberían ser ilegalizados. Y no me invento nada, ahí están los diarios recortes de prensa y artículos de opinión que así lo verifican.

El destino ha querido unir, paradójicamente, la celebración del funeral de Estado por la muerte de Suárez (el 31 de marzo), con el 75 aniversario del final de la Guerra Civil (el 1 de abril). Y, aunque sean meras coincidencias, sirven para reforzar la tesis de que, efectivamente, fue Suárez quién más esfuerzos hizo en todo el siglo XX para acabar con aquella fratricida división entre españoles.

Aniversarios | Imagen 3Estos días también han servido para sacar del olvido a personajes que no están en los libros de historia, pero que lucharon denodadamente para que la convivencia haya sido posible, aunque con muchos años de retraso. Es el caso de Gumersindo de Estella, capellán de la cárcel de Torrero, en Zaragoza, entre 1936 y 1942, que presenció 1.700 fusilamientos de presos republicanos en las tapias del cementerio del presidio, quién manifestaba que "como sacerdote y cristiano sentía repugnancia ante tan numerosos asesinatos que no podía aprobarlos y que tampoco pudo impedirlos".

Dejó su testimonio escrito en un estremecedor diario, que no se publicó durante el franquismo, al considerarlo prohibido y que sí lo ha sido hace pocos años en un libro titulado Fusilados en Zaragoza (1936-1939): tres años de asistencia espiritual a los reos.

Este gran hombre (que falleció en 1974) ha sido homenajeado el pasado 1 de abril por el Ayuntamiento de Zaragoza. Confieso que nada sabía de la existencia de este noble personaje, pero prometo leer próximamente su libro de memorias. Estoy seguro que será interesantísimo y emotivo.

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