Los medicamentos constituyen el tratamiento más habitual de las enfermedades y es en este ámbito en el que más se ha avanzado en la Medicina del Siglo XX y se ha conseguido a través del control de los síntomas, las molestias y la curación de las enfermedades. Su demanda y utilización ha ido creciendo exponencialmente según avanzaba la investigación a través de los ensayos clínicos. Esto es tan evidente que la Industria Farmacéutica constituye un pilar económico en muchos países.
Tan frecuente es su uso que en todas las casas existe un botiquín, más grande o más pequeño, con menor o mayor variabilidad de medicamentos y accesorios farmacéuticos; pero en todos existe y además, es necesario para solucionar aquellos problemas, lesiones y accidentes leves que deben ser gestionados en la familia para no perjudicar el proceso asistencial y la sostenibilidad del Sistema sanitario.
La principal evidencia sobre los medicamentos es que son efectivos para los problemas y enfermedades para los que se investigaron y en las que se demostró su efectividad y seguridad, no para otros, dado que todos ellos pueden causar efectos adversos que se tratarán de evitar porque no puede ser mayor el riesgo que el beneficio (Seguridad del Paciente). Los médicos y los farmacéuticos competentes velan por garantizar este principio, aunque actualmente se utilizan más de lo debido por las dinámicas de tratarlo todo con medicamentos.
Como regla general el contenido del botiquín casero o familiar debería estar basado en lo que necesitamos para tratar los primeros síntomas y molestias de los problemas de Salud más frecuentes como son: molestias gástricas, estreñimiento y diarrea si no se controla con dieta y ejercicio; dolores en general, desinfección de heridas, tos irritativa y procesos catarrales y/o gripales. En consecuencia debería haber en ese armario alto, cajón cerrado o cualquier otro recipiente que impida el acceso al mismo de los más pequeños, lo siguiente: antiácidos, analgésicos (fundamentalmente paracetamol), antiinflamatorio (tipo ibuprofeno, ojo con la sensibilidad gástrica a éste), algún antiséptico y desinfectante (como la povidona yodada), antitusígenos (que sólo deben utilizarse en tos irritativa, aquella que no es productiva, y fundamentalmente por las noches) y, algún antigripal para disminuir los síntomas del resfriado y procesos víricos.
Como puede observarse no es necesario tener antibióticos ni muchos otros medicamentos. Éstos tienen que ser recetados por sus médicos cuando estimen que los necesitan y, si existen en un botiquín será porque no se ha realizado el seguimiento terapéutico recomendado. El consumo excesivo de estos fármacos tiene importancia medioambiental y ecológica dado que su consumo excesivo e inadecuado conlleva a la aparición de resistencias y los convierte en ineficaces. También, actualmente, es muy frecuente tener en los mismos lo que se ha dado en denominar la terapia del bienestar, es decir, complejos vitamínicos, ansiolíticos, tranquilizantes, etc. Todos ellos deben de tomarse cuando se necesitan y, mientras tanto, vida saludable basada en el sentido común y el cerebral.
Por otra parte, la automedicación como conducta, en general, es desaconsejable porque va en contra de la efectividad y de la Seguridad del Paciente y conlleva, por tanto, un riesgo no despreciable a tener presente. La automedicación sólo se debe realizar cuando se conoce el proceso que se padece, generalmente crónico, y cuando se realiza desde la racionalidad y la responsabilidad. Todo lo demás comporta riesgo y, por tanto, no es saludable.
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