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Un ideal de sexualidad encriptado
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Un ideal de sexualidad encriptado

Actualizado 27/03/2014
Pablo Pascual Villoria

Antes de completar su formación, el estudiante ha de realizar un largo peregrinaje tras del conocimiento. Como en la ascensión de una larga escalera, tiene ante sí una ardua y a veces enojosa tarea de autosuperación. A una etapa hormonal, en la que se siente asediado por cantos de sirena, la prudencia (triple testa) le conduce a un terreno más neuronal, de mayor proyección personal.

Tarea nada fácil, menos en nuestro tiempo. Escuchemos a la Nobel neuróloga Levi Montalcini: "Vivimos como hace 50.000 años dominados por las pasiones y por impulsos de bajo nivel". En sexualidad es poderosa a atracción que perciben los sentidos tal y como expresan los primeros tramos de la escalera de la universidad salmantina. No obstante, el estudiante la asciende superando sus tendencias primarias. El organismo somático integrado en un nivel superior a base de conocimiento y determinación acierta a superar las instancias inferiores, lo que constituye la esencia de la vida universitaria, con el refuerzo inestimable de sus doradas piedras.

Uno de esos lugares pétreos de alta densidad metafórica lo encontramos en la segunda pilastra de la escalera del Estudio. La pilastra, que viene dictando su lección magistral durante cinco siglos, anima al estudiante a no sucumbir ante los embates hormonales que amenazan su templanza. Hormonas y neuronas condenadas a reñir a menudo, abrirán paso a las mejores capacidades ascética e intelectual del estudiante, consolidándose así la virtud de la prudencia significada en el primer lateral de la pilastra (triple testa, can cerbero y sirena de doble cola). La sexualidad pone a prueba el libre albedrío. Y, tras el acierto en la elección, sale fortalecida la opción fundamental.

La prudencia, que reflejan las dos pilastras, es la virtud estrella que permite proseguir el seguro camino al estudiante pese a las reiteradas insinuaciones empeñadas en minar su templanza (lujuria). Revalidada la supremacía del espíritu aparece el eros cautivo. El amor más sensual se muestra ahora bajo control de facultades superiores, un logro que posibilita la realización personal: "Dadme un hombre que no sea esclavo de sus pasiones y lo colocaré en el centro de mi corazón" (Shakespeare). Gobernadas las pasiones, el amor puro al fin tiene el camino despejado. El estudiante avista la cima y a la vez descubre que la verdad ha de ir acompañada del amor y viceversa (E. Stein).

La segunda pilastra del Estudio hoy quema. Su fachada proclama en sus alturas el ideal masculino y femenino (Hércules y Venus) y alerta a un tiempo al neófito de la insensatez sexual expresada en su ranita necrófila, para conducirle luego a la lección de su escalera. La salud pública, al promover la salud afectiva y sexual de la población, tiene en la escalera de la universidad decana una aliada excepcional.

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