Cuando se produjo la caída del sistema comunista un politólogo norteamericano Francis Fukuyama pronosticaba el fin de la historia con un mundo en paz bajo el gobierno del capitalismo internacional.
Dicho pronóstico fracasó estrepitosamente porque la caída de las ideologías salvadoras y el fin de la bipolaridad del mundo generó aún más instabilidad política y el mundo se hizo más inseguro. Buena prueba de ello son la cantidad de conflictos armados que han asolado todos los continentes desde 1990 hasta hoy, desde los enfrentamientos de tipo étnico, los conflictos nacionalistas que han variado el mapa de Europa, el terrorismo internacional con raíces religiosas, etc.
El final de la división del mundo en dos grandes bloques militares no trajo el inicio de la multipolaridad ya que Estados Unidos y sus aliados europeos y asiáticos pretendieron forzar la globalización cultural y económica del capitalismo, disfrazado de defensa de los derechos humanos.
Tras la desintegración de la Unión Soviética se alentó, financió y patrocinó desde USA y Europa la descomposición de la República de Yugoslavia con la idea de extender el área de influencia de Occidente y la OTAN hacia el Este de Europa.
Esta idea tan querida por los gobiernos de la nueva Alemania unificada respondía a un plan geopolítico cuya finalidad era tanto controlar lo que se llamó en el siglo XIX y XX " el bajo vientre de Europa", causa de la Primera Guerra Mundial, y al mismo tiempo cercar a la República Rusa, la república más importante de la antigua Unión Soviética.
La debilidad de Rusia en los años 90 favoreció el triunfo de los intereses occidentales frente a los pueblos eslavos con un altísimo coste en vidas humanas, producto de las luchas étnico-religiosas de serbios, croatas y bosnio-musulmanes. La puntilla para Serbia consistió en crear un Estado satélite, Kosovo, un estado inviable económicamente sin la ayuda europea, pero que mantendría a Serbia y a su aliada Rusia alejadas de Europa.
El argumento para la secesión de Kosovo fue un referéndum patrocinado por Occidente para que los kososvares aprobaran su independencia con el señuelo de ingresar en la Unión Europea.
El resultado de ese referéndum, que violaba la legislación nacional serbia y la propia legislación internacional, fue considerado legítimo por la mayoría de los países europeos y USA que se apresuraron a reconocer la independencia unilateral proclamada por las milicias kosovares.