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A José Ramón Urbieta Jócano, in memoriam
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A José Ramón Urbieta Jócano, in memoriam

Actualizado 17/03/2014
Cipriano Pablos

QUERIDO RAMONCHU:

Hoy 18 de marzo se cumplen 48 años de tu ordenación sacerdotal en Salamanca. Acabas de morir hace dos meses. Me he enterado por casualidad y me ha sobrecogido la noticia. Fuiste y serás el mejor sacerdote entre los cientos que conocí.

Tuve la suerte de tenerte como formador en el año de noviciado en los salesianos. Porque los dos fuimos salesianos. Nunca hemos dejado de serlo, a nuestra manera, porque D. Bosco es mucho D. Bosco. Y si en el camino se te cruza una persona como tú, es imposible olvidar y no seguir avivando lo aprendido.

Te he seguido por las redes sociales y sabía que te habías secularizado, manteniendo tu compromiso cristiano y de apóstol por donde has ido pasando y ejerciendo tu magisterio.

Magisterio que has dejado plasmado en multitud de libros que mantendrán vivo tu compromiso de formar a los jóvenes, a los padres, a los propios educadores.

Recuerdo con mucha emoción el año (1.967/68) que pasamos juntos en Mohernando (Guadalajara), donde ejercías de Asistente del Padre Maestro (D. Emilio Hernández, otro gran hombre que te dejó hacer, para los años que corrían.) Nos iniciabas en la teología estudiando a Yves Congar y nos inculcaste el gusto por la liturgia, en proceso de cambio en aquellos años posconciliares.

Algunos participamos en aquel movimiento joven del que formabas parte: ADSIS, fundado por otro gran Sacerdote Salesiano y salmantino: José Luis Pérez. Esto de Adsis pasó al olvido cuando nos incorporamos al Filosofado: llegamos con la vitola de revolucionarios (tú estabas detrás) y nos hicieron un marcaje? a mí especialmente? que me incorporé un mes más tarde, por quedarme en el Noviciado "sustituyendo" al Prefecto, que se fue a Londres. Algún mal pensado creyó que me quedé para acabar el "master" revolucionario. Y fui interrogado largamente al incorporarme.

En fin, se me amontonan los recuerdos. Sólo uno más: yo era el único que te hablaba de tú (en público no) y te llamaba Ramonchu, porque así me lo pediste. ¡Los disgustos que tuve con el tuteo y el nombre! Estando ya como estudiante de Filosofía nos escribíamos de vez en cuando. Pocas cartas mías pasaron la censura. Como había que entregarlas abiertas en el buzón del Director, siempre me llamaba a capítulo: Por qué tuteas a D. José Ramón, por qué le llamas Ramonchu, qué quieres decir con esto que pones aquí? Hecho el comentario de texto?, ras, ras y a la papelera.

Querido Ramonchu: fue una suerte concerte, eres la principal razón que yo he tenido y tengo para seguir creyendo en el sacerdocio, a pesar de algunos, de muchos sacerdotes.

Has dejado una estela imborrable. Lo demuestran la multitud de actos de todo tipo que han organizado colegios, asociaciones de padres, amigos, compañeros a los que te entregaste con el único objetivo de hacer el bien.

¡ Gracias, Ramonchu y que Dios te premie!

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