Mañana lenta, cielo azul -escribió Dámaso Alonso- (el mismo que nos dejó aquel poema insomne, según el cual Madrid era una ciudad de más de un millón de cadáveres). Y tú mañana que me llevas, carreta, demasiado lenta. El 11-M en toda su efeméride es una mañana tarda, en las que nunca se acaba de despertar del todo.
Mi lazo negro quiere ser un homenaje sencillo, con verdad, a las víctimas. A las que hoy salen en los medios de comunicación y a otras. Un homenaje a los que las consolaron y atendieron in situ. A los que aparecerán en la tele y a otros. Por ejemplo, a los sacerdotes que al pie de la cruz, en el IFEMA, testimoniaron, con su sola presencia, que vendrá un tiempo en el que no habrá más marzos, ni días 11, donde ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor alguno. Va por ellos.
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