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O aciertas, o aprendes
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O aciertas, o aprendes

Actualizado 03/03/2014
Coopetidores íntimos

El otro día un amigo me contó un chiste, no era el mejor que había oído en mi vida, pero me hizo gracia. Seguramente por el efecto de la risa contagiosa, nos estuvimos riendo un buen rato.

Pues resulta que mi amigo es de esos que cada vez te ven te recuerdan sus chistes, y me volvió a contar el mismo chiste. En este caso me volví a reír, recordando la primera vez que me lo contó. Pero no me preguntéis porqué pero me lo volvió a contar una vez, y luego otra y luego otra y así hasta 6 veces.

Evidentemente de las últimas veces no me reí ninguna. Más bien al contrario, no me estaba haciendo ninguna gracia escuchar lo mismo varias veces seguidas, como si fuera un disco rayado.

Entonces me contestó:

Si no puedes reírte varias veces de una misma cosa, entonces porqué te lamentas por lo mismo una y otra vez.

Cuando obtenemos un resultado, ya sea en el campo profesional o en nuestra esfera personal, rápidamente procedemos a juzgar su idoneidad; si me es favorable o desfavorable, si me ha supuesto un avance o un retroceso. Y seguidamente lo etiquetamos como bueno o malo, como positivo o negativo, o como un éxito o un fracaso.

Esta premura en el juicio, nos hace valorar ese resultado en función de la sensación que me produce en ese preciso momento; si me ha satisfecho, lo celebro, y si me ha desagradado lo lamento. Lo que nos hace vivir en una constante montaña rusa emocional.

Pero pasado un tiempo, reposado y asumido el hecho que lo desencadenó, tendemos a olvidarnos de los resultados más favorables, mientras que los desfavorables perduran más en nuestra memoria.

Es evidente que debemos analizar todo aquello que hicimos. Lo que hicimos bien, para proseguir con ello, y aquello en lo que fallamos, para corregirlo y aprender de ello. Pero cuanto más tardemos en superar un resultado negativo, más alejados estaremos de perseguir otro más favorable.

A todo esto le acompañan todas aquellas circunstancias que se escapan de nuestro control, aquellas que no dependen directamente de nuestra capacidad de respuesta. Aquellas que nos obligan a poner más de nuestra parte cuando son menos favorables y a aliarnos y beneficiarnos de ellas cuando sí lo son.

Pero quiero finalizar, volviéndome a centrar en lo que sí depende de nosotros, nuestras actuaciones. Decía Albert Einstein: Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo.

Por ello, debemos probar, atrevernos, y por supuesto también perseverar, pero con la suficiente perspectiva como para saber que si no vamos por el camino correcto, deberíamos cambiar. Y esto sólo lo podemos saber por dos motivos, porque lo habremos conseguido, o porque no, aunque seguro que habremos obtenido un aprendizaje de ello.

Daniel Meléndez Pérez @Danimenen

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