La película que Évole ofreció a este país el pasado domingo sobre un 23-F de mentira basado en lo ocurrido de verdad, ha acabado por agrietar a los mortales para considerar que si éramos pocos, parió la abuela. No es para menos. Éxito de audiencia, share disparado y la cadena se vió saturada ?dicen- como una nueva 'Guerra de los mundos' o sobre 'La Luna' de Tintín. Évole ha subido a los altares de Orson Welles ?dicen, también- aunque uno piensa que le faltan campanadas. El asunto -como a Juan Echanove he leído- me ha revuelto un poco las tripas. En el periodismo no todo vale, como en la vida misma, y no sé si queda algo más en la perversión informativa para alimentar a la bestia. No es que uno esté falto de sentido del humor, que se lo fuera creyendo aunque a medida que pasaban los minutos se hacía inviable lo que estaba viendo; no, simplemente, cree que hay cosas que no deberían de pasar por el desguace, como la memoria colectiva, de la que tanto se habla sin querer apreciar que es de cada uno y que forma parte de la de todos: hacer de ella un juego de la Oca es una insensatez.
Évole, es un tipo listo, muy listo, o tonto, muy tonto, en parte como Boadella, y lo sabe y lo demostrado le avala. Los experimentos, con gaseosa, y pasar el 23F por el filtro del humor es una irresponsabilidad, pues el miedo y la conciencia están ahí, como el dinosaurio. Veamos. Lo extraño no es ver a Garci dirigiendo una trastada, ni al personaje Albajara, primera pista del falso asunto, ni siquiera a Ónega y a Gabilondo, que tristemente es patética su participación y uno cree que no han sabido calibrar el precio por su dignidad; no. Lo triste es ver usar de nuevo a Suárez sin que pueda decir ni hacer nada, y que ni una sola referencia a ello aparezca en el entramado del tipo listo, salvado Évole. Esta falta de responsabilidad sobre alguien indefenso, tan absolutamente indefenso, desvela el escaso interés que el llamado Évole tenía por intentar hacer una reflexión colectiva y sí un anuncio de éxito al precio que fuese. En fin, esto es lo que sucede en el estado de la cuestión, la perversión de la realidad ha devorado a la realidad misma y ahora ¿cuánto de verdad y cuánto de mentira hay en cada episodio de su 'Salvados'?, aunque, claro, el tipo listo ya previó que no se mezclara una cosa con otra. ¿De verdad? ¿De mentira?.
Hay meteduras de gamba que, por el éxito que corroe debe de preguntarse uno si, en realidad o no, mereció la pena tal cagada.