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Quiero bailar
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Quiero bailar

Actualizado 20/01/2014
Ana Hernández

"Yo siempre he querido cantar, pero no me había atrevido", me decía una señora el otro día. La mire incrédula. Casi setenta años, bajita, surcada de arrugas y soltando una confesión como esa, con una voz temblorosa, como si por llevar gafas me fuera a convertir en Risto Mejide y arruinar su sueño por momentos.

¿Quiere cantar, señora? ¡Cante! Está en la ciudad perfecta para hacerlo. Aquí hay coros, corales, agrupaciones, rondallas y tunas para aburrir. No le hago una lista porque es muy larga y no tiene usted mas que asomarse a la agenda cultural del periódico. Tiene coros universitarios, pontificios, populares, religiosos, zarzueleros y de toda clase y condición que imagine. Los tiene serios, clásicos, recios o informales. Profesionales o amateurs. Ahí tiene dos conservatorios exportando programones de altísima calidad cada final de curso. Señora, en esta ciudad abre una puerta y lo mas fácil es que se encuentre un coro ensayando. Aquí hay mucha vida coral. Somos muchos los que integramos las filas corales, a veces por partida doble o incluso triple. Esto pica y engancha. Es una secta de las buenas, no se cobra nada más que un poco de esfuerzo personal. Ya le advierto, quien entra, no lo deja.

¿Que no sabe música? Acabáramos? ¿Y qué es "saber música"? La música está en nuestra naturaleza. No hay día en que no nos crucemos con una melodía para un momento determinado. La música está por todas partes, suena en nuestra cabeza y le pone banda sonora a todo lo que hacemos. La música, en sus mil variantes, gusta a todo el mundo. Ah, espere, ¿que no sabe leer música? ¿Y eso qué tiene que ver? ¡Pavarotti tampoco sabía! Deje de buscar excusas y dé el paso. Conozco a gente que lleva más años de los que yo tengo empeñada en decir que no sabe leer música, mientras sujeta sus partituras en alto y memoriza obras enormes en su disco duro cerebral. Te lo confiesan en voz baja, para que el resto del coro no les escuche, como si por eso su música no tuviese calidad. ¿Qué más da el medio, si lo que queda es el sonido final?

¿Que no sabe cantar, señora?¿Pero usted cree que después de mandar a Rodolfo Chiquilicuatre a Eurovisión le va a importar a alguien que usted se lo pase bien desafinando un rato?¿Que le apetece cantar con la radio mientras hace el cocido? Pues abra la ventana del patio de la cocina y cante con el colador por micrófono. Agarre la alcachofa de la ducha y deleite a los vecinos. Querida señora, la música está para disfrutarla, nadie le pide que sea la Callas para eso.

¿Qué me dice? ¿Que todavía siente vergüenza, un come-come, mareos, palpitaciones brotando en su interior que le impiden cumplir su sueño? Piense en todo lo que ya nos han recortado. Sanidad, educación, dependencia, investigación, cultura, desarrollo? ¿Va usted a recortarse sus propios sueños? Hágase un favor, ¿quiere cantar? Cante. ¿Que le apetece pintar? ¡Pinte! ¿Bailar? ¡Baile!¡Carajo, baile y grítelo a los cuatro vientos como hacía Eliza Doolittle! Como si quiere aprender breakdance, ¿quién es nadie para privarla de sus sueños? La vida está hecha de pequeños momentos y en nuestra mano esta la decisión final de distrutarlos o no. Así que ya sabe, señora: si tiene una ilusión no la deje pasar, agárrese a ella con fuerza hasta que se mueva a su son y disfrute. Nadie se la puede quitar. De la ilusión se vive y mucho.

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