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Desobedientes y extravagantes
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Desobedientes y extravagantes

Actualizado 19/01/2014
Sagrario Rollán

Hubo un tiempo en que aprendimos a hablar, a caminar, a leer, a escribir, todos esos aprendizajes nos fueron dando autonomía. Pero, sobre todos ellos, nuestra infancia era coronada con la obediencia, suprema virtud que guiaba nuestros pasos incipientes hacia un lugar en el mundo. Como el lapicero sin salirse del renglón, el primer monigote proporcionado, la casa con tejado simétrico, mayúscula y minúscula, todas las letras en fila, sí, aprendimos a obedecer. Hubo un tiempo en que éramos niños y todos queríamos cuidar de una rosa o proteger a un cordero, como El principito, pero como él, descubrimos que las dos cosas eran incompatibles y fuimos expatriados de nuestro pequeño planeta infantil, la bici sin ruedines ya no era igual.

Corrimos algunos riesgos tal vez, vertebrados de utopías, educados en la protesta, sumisos a la revuelta de turno, crecimos satisfechos o hastiados de ideología y contra-ideolgía. Obedeciendo siempre, nos volvimos rígidos, casi sin darnos cuenta fuimos entrando en las rutinas, y luego en la innovación de las rutinas; ganamos dispositivos y maquinitas, perdimos flexibilidad mental y cordial. Buscamos andaderas para la evasión: televisión, internet, dispositivos móviles. Así curábamos nostalgias de progresismos fallidos, de idealismos inanes. Tan obedientes y adiestrados en las TIC, tan (de)pendientes e informados, ¿sabemos lo qué somos, lo que queremos, a qué o a quién escuchar?

En tiempos y espacios de bullicio y estridencia, -connecting people en las marquesinas del autobús e incomunicación efectiva en el corazón- la desobediencia puede ser el comienzo de algo diferente, el despeje de otros horizontes. Vivimos en una especie de empacho virtual, de información hipertrófica que somos incapaces de digerir. Propongo un tiempo para la desobediencia, la extravagancia y el silencio, un espacio para desoír (atentamente), que eso es lo que significa desobedecer. Desobedecer, desconectar, salirse del renglón, de la foto, de la clase programada, del whatsapp, de la guía turística, de la norma.

De la norma sí, porque la norma no siempre es razonable ni humana, y con demasiada frecuencia aherroja nuestro espíritu para domesticarlo y someterlo mejor. Los filósofos y psicólogos que han estudiado el desarrollo de la conciencia, como Kohlberg , inspirado a su vez en el concepto de autodeterminación de Kant, explican que el estadio superior de moralidad va más allá de la mera obediencia a la norma y trasciende ésta, aun a riesgo de salir perjudicado el propio individuo, en vistas a la realización de un ideal de humanidad superior a la misma regla. Así lo vio ya Thoureau (La desobediencia civil), encarcelado por negarse a pagar los impuestos, uno de los primeros que hace el elogio de la desobediencia en una sociedad autosatisfecha, violenta y esclavista, sus ideas son en buena parte el referente de otros grandes desobedientes como Gandhi o Luther King.

Muy al contrario de Eichmann, juzgado por el genocidio nazi, que dio el perfil del funcionario perfecto y riguroso, irreprochable en su minuciosidad para cumplir órdenes, según el reportaje del juicio redactado por H. Arendt (Eichmann en Jerusalén)

Educar en tiempos de crisis, ruido y confusión de mensajes cruzados de todo signo ¿no será acaso educar en la desobediencia y en la suspicacia, como sugiere Octavi Fullat ? Mas de la suspicacia a la extravagancia solo hay un paso: salir del jardín reseco, improductivo y confortable de la obediencia para buscar en la intemperie la fruta prohibida del conocimiento ha de ser empresa juvenil y atrevimiento inicial, pues así empezó la historia de la humanidad.

"Extravaga, hijo mío, extravaga cuanto puedas?, que más vale eso que vagar a secas? Que no te clasifiquen, sé ilógico a sus ojos", aconseja el maestro de Amor y Pedagogía, la misma incitación de Francisco Giner a sus discípulos: "Sean siempre jóvenes, si pueden agresivos, extravagantes? Fuera de la rutina, de lo que es vulgar y común. Sean imposibles para todo lo muerto o prostituido. Sean ustedes los glóbulos rojos de este organismos social"

Hubo un tiempo en que nos enseñaron a obedecer, hoy la desobediencia se torna virtud de crecimiento y brújula de orientación.

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