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Querida dentista
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Querida dentista

Actualizado 11/01/2014
Santi Riesco

No pretendo que me des las gracias. Ni siquiera tengo intención de que me invites al chalé que te pagaste hurgándome los piños. No, querida. No tengo ningún interés en que me prestes el coche que te subvencioné con mis empastes. Que no, doctora. Nada que ver. Y no es envidia ni rencor. Ni siquiera te deseo lo peor. O una anestesia en la encía superior. Es sólo que quería escribirte una carta para contarte mi doble dolor.

Querida dentista, ya lo sabes. Mis dientes son de placa blanda y en mi boca viven esas bacterias sin nombre que se burlan de mi higiene dental para empujarme una y otra vez a tu clínica bucal. Y eso no es muy legal.

Me pregunto, amiga sacamuelas, doctora estomacal, si no hay modo o manera de fumigar esos bichos infames que me destrozan la dentadura unas veces a golpe de caries, otras con sangrantes gingivitis y hasta con el sucio sarro que de nuevo te me empuja a raspar.

Y me duele. Me duele perder mi tiempo con los ojos clavados en una lámpara octogonal y contigo dentro de mi cavidad bucal. Me duele que me claves en la encía esa aguja engarzada en una inyección de metal. Me hace daño tensar mi cuerpo boca arriba en una postura artificial. Ni tumbado, ni sentado, sin derecho a rechistar. Con un tubo aspirando mi lengua hasta la sequedad. Con un sonido de radial perforándome el oído y el esmalte hasta que me hace saltar. Más anestesia. La espalda otra vez tensa. Y vuelta a empezar.

Y me duele. Me duele que no corra con los gastos la Seguridad Social. Que no me den un día libre porque colocar un implante, con su preoperatorio, su anestesia, su esterilización, su profilaxis, sus alumnos en prácticas, con sus martillazos en el maxilar, su sabor a sangre, sus tornos, sus puntos y todo lo demás, no sólo me cueste un día de vacaciones sino que además, tenga que pagar. Y cuando el precio equivale al sueldo mensual? no me digas que no es para empezarse a cabrear. Ya ni te cuento cuando me dices que no me puedes asegurar, cien por cien, que vaya a quedar bien. Entonces es cuando me pongo incisivo, entonces es cuando se me afila el colmillo, es entonces cuando sólo pienso en morderte y no soltar. En mi defensa podré alegar, que hace años me dejasteis ?previo pago- sin el juicio molar.

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