Noche de Reyes sin Shakespeare cuenta la historia de Alberto, un primer actor de glorioso pasado al que ya nadie contrata, principalmente por sus problemas de memoria. Lo único que le ofrecen, en Navidad, es hacer de Rey Mago para unos grandes almacenes, trabajo que se ve obligado a aceptar porque sus ahorros se están acabando. Asustado ante el futuro, en plena decadencia, sólo una niña será capaz de devolverle la ilusión por vivir. Hace diez años el CDN estrenaba esta obra que Adolfo Marsillach dejó escrita pensando en representarla algún día quizás. Tal como afirmaba Mercedes Lezcano, "esta obra está llena decadencia, de amor, de crueldad, y, sobre todo, de teatro" y uno ha caído, febril, en ella en vísperas de esta otra noche de reyes española, europea y mundial llena de decadencia, de amor y de crueldad y, sobre todo de teatro, porque las cosas se repiten o acaso son la mismas en el espejo que nos aguarda. Mírate, estás hecho un cisco o bien, fíjate, alma de cántaro, cómo te la meten doblada, para que sepas que no hace falta haber sido muy avezado en Shakespeare para sentirse un imbécil.
Si uno repasa estas fiestas tan entrañables y las dibuja sobre un papel ausente de memoria, sin tener en cuenta la infancia, la adolescencia, la juventud divino tesoro y hace un poco expurgo de todo cuando pasa de los cincuenta se dará de bruces con el protagonista de esta pieza magnífica del teatro de Adolfo Marsillach que un día habló, mejor dicho, interpretó en Monleón el romance de los Mozos trasladando la épica a los tiempos y el espacio a una botella de vino que tenía solera. El mejor juguete de reyes que a uno le podían regalar recala precisamente en la lectura dramática de esta pieza que al leerla siente uno que hace radioteatro para sus adentros, desdoblando las acotaciones, metiéndose en las venas de los personajes y espolvoreando la caña de azúcar que hay en medio del conflicto del tiempo, el pasado, el presente, el futuro. Tiempos que en realidad son modos de vivir si pensamos que hay gente que eso le trae sin cuidado pues nunca han pasado por preguntarse casi nada. En esta Noche de Reyes, ?y mira que es difícil pensar que una noche de reyes sea en domingo- lo que pasa por la calle se adentra en el conflicto humano de saber si mañana lunes la esperanza se sostiene sin miedo a ser detenido por pobre. Esta obra no es autobiográfica, pero se escucha la voz de Marsillach, tan claramente inteligente, como irónica, pesimista, tierna, compleja y sencilla.
Estas palabras de Hector Colomé, que lo interpretó hace diez años, me ayudan a despejar la duda.








