He leído el imponente currículum académico de la ganadora de un premio bastante sustancioso de ensayo que se convoca en Andalucía, y me asaltan (me rondan más bien, no voy a exagerar) ciertas dudas. En ese certamen se exigía literalmente que las obras se presentasen "sin ningún dato que revele la identidad del autor". ¿Cómo consiguió la autora escribir, según sus propias palabras, una combinación de ensayo y 'autobiografía' sin hablar de sí misma? Imposible. ¿Y cómo premian un trabajo que incumple tan flagrantemente las bases? Quizá las respuestas las facilita ella cuando dice que la obra trata sobre "cómo se construyen las relaciones de género a través de las máquinas que manejamos". ¡Acabáramos, apareció el género!
En el mercado de mi ciudad las vendedoras amonestan de esta guisa a los clientes que se propasan y a los chicos que se acercan a toquetear sus productos: "¡Por favor, no me toquen el género!". ¿Son procaces?, ¿son ignorantes? Ni lo uno ni lo otro. Porque una de las acepciones de "género" es precisamente "mercancía".
Desde el punto de vista de la Biología científica el género es un taxón, o sea, una categoría que ayuda a ordenar y categorizar los seres vivos. Los taxones básicos son: dominio, reino, filo, clase, orden, familia, género y especie. El ser humano, desde el punto de vista natural, pertenece al reino animal. Un ejemplo de género es el pino, un árbol que a su vez se subdivide en numerosas especies. O sea, nada que ver con el sexo.
Volvamos al lenguaje. El género masculino, el femenino y el neutro son conceptos gramaticales. [Diccionario de la RAE: Clase a la que pertenece un nombre sustantivo o un pronombre por el hecho de concertar con él una forma y, generalmente solo una, de la flexión del adjetivo y del pronombre. En las lenguas indoeuropeas estas formas son tres en determinados adjetivos y pronombres: masculina, femenina y neutra].
En definitiva, por más que se haya extendido el uso gracias a la omnipresencia de políticos y politicastros en los medios de comunicación, resulta innecesario cuando no extravagante equiparar género a "sexo". Pero con estas chuminadas (uy, perdón, se me ha escapado) se gana un premio de ensayo.
Esa escritora y sus congéneres corregirían, bolígrafa en mano, a personajillos fascistas como los que siguen, y añadirían por su cuenta lo que he puesto en cursiva: "Toda la vida de los hombres es esto: afanes perdidos y dislates no pensados". (Fray Luis) y de las mujeres. "Entre los pecados mayores que los hombres cometen, aunque algunos dicen que es la soberbia, yo digo que es el desagradecimiento". (Cervantes) y las mujeres. "Los rústicos y trabajadores regularmente viven más y mejor que los que habitan en las poblaciones cortesanas y políticas". (Torres Villarroel) y las rústicas y trabajadoras. "Sin considerar si me interesa a mí o ha de interesar a otros lectores". (Unamuno)y lectoras. "La vida del hombre medio está ahora constituida por el repertorio vital que antes caracterizaba sólo a las minorías dominantes". (Ortega y Gasset) y la mujer media.
Supongo que les gustaría revisar los manuales científicos, los tratados de historia y hasta el acervo de refranes y modismos. Verbigracia: En la vida de los pueblos indígenas de América influyó notoriamente la incorporación del caballo. Y la caballa. O sea, quiero decir la yegua. Están haciendo el primo. Y la prima. El consumo de carne roja debe alternarse con proteínas menos dañinas para la salud, como el pollo. Y la polla.
No sé si la señora que pone tanto interés en estudiar "las relaciones de género a través de las máquinas que manejamos" desconoce o simplemente se pasa por el forro los principios de la articulación del pensamiento, el proceso socializador de las palabras y la economía del lenguaje. Economía, sí, por la cual decimos a alguien "Ven" en lugar de decirle "Tú, fulanito de tal, aproxímate hasta donde me encuentro yo". Y que debería impedir a las autoridades sufragar semejantes patochadas con fondos públicos. Y fondas públicas. Por ahí probablemente van los tiros. Y las tiras, faltaría más.
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