Probablemente tan viejas como la existencia del hombre sobre la tierra y más vigentes que nunca en la sociedad actual. La democracia ( o lo que sea esto que tenemos y nos dosifican los políticos ) nos ha brindado libertad de pensamiento, de palabra? Bueno, a unos más que a otros. Quienes creen ser inventores, garantes y administradores de la democracia, la línea roja se la han marcado para sí mismos en el invisible infinito. Para aquellos que no son de su cuerda, esta línea se la han plantado a dos palmos de las narices. Vamos, que la democracia parece no garantizar los mismos derechos para todos. Depende del "carril" por el que te conduzcas.
Y se ha extendido la cultura de la filia y la fobia. Por encima de lo que debiera ser razonable a la hora de enjuiciar, criticar, comprender en los demás, se impone como primera e incondicional razón el "lado" por el que caminas en la vida.
Si las personas somos racionales, esta condición debería ser la que condujera nuestros actos, por encima de ideologías, creencias o aficiones.
El fútbol, ese imán que atrae a tantos, es una buena muestra de fobia. Es lamentable que aficionados de determinados clubes tengan por primera bandera el anti? otro. No hace falta dar nombres. Si desapareciera "el más grande", esos no tendrían razón de ser.
Si pasamos al mundo de la comunicación, todos sabemos cómo funcionan muchos de ellos. Y esto me cuesta aceptarlo. Porque el periodista debe estar al servicio de la información objetiva y veraz. Y tantas veces sólo sirven a la ideología propia y a los intereses de empresa. Choca mucho observar cómo un mismo empresario de medios de comunicación los tiene "apuntando" a unos para un lado y a otros para otro. Ninguno apuntado a todas partes, que sería lo más esperado. El periodismo, como empresa, es justo y legítimo que busque resultados económicos, pero estando al servicio de la información veraz y no sirviendo a otros intereses. Filias y fobias aquí no son recomendables. Pero haylas y muy persistentes.
Y si entramos en la política? Es habitual querer ganar, no por méritos propios, que no siempre se tienen, sino haciendo ver lo malo que es el contrario. Y que el contrario es malo, eso está demostrado hasta la saciedad. Pero que sea malo el otro no es señal inequívoca de que tú seas bueno o mejor. Esta cultura se nos viene trasmitiendo a diario. Y empeñarse en hacer ver que el otro es malo, no demuestra que tú seas bueno o mejor. Y sobre todo, cuando los "antecedentes" de unos y otros son públicos y notorios.
Aceptar lo que unos y otros somos, pensamos o nos gusta, nos aportaría mayor dosis de sentido común para conducirnos por la vida, dejando de lado filias y fobias, que nos conducen, con frecuencia, a tener comportamientos extremos poco recomendables.