La Permanente

Parece que la sala de Santo Domingo de la Cruz desmelena su cabellera dorada, lisa y natural y se nos va a hacer la permanente. Este tratamiento tiene la ventaja de que después ya no hay tanto que peinar y todo el tiempo que se ahorra en esos menesteres se puede dedicar a otros asuntos, si es que hay algo que "asuntar". Como inconveniente, el que una vez que te muestras con tan fantásticos rizos es más difícil devolverle al pelo su lacia normalidad.

Esta sala es un lujo de sala, municipal, un espacio abierto (quizás a demasiadas cosas) en el que hemos podido contemplar magnificas, buenas, no tan buenas, exposiciones, con más carga hacia lo más positivo, pues la sala, por su dimensión y su impactante presencia, ya se encarga ella solita de preseleccionar.

Se anuncia que este espacio va a convertirse en muestra permanente de la obra de un prestigioso escultor, al que yo también admiro, salmantino, en cierto grado universal, que últimamente centra protagonismo y acredita nuestras edades del hombre, que en su meritoria y dilatada carrera ya es edad. Vale. La cuestión es que no sé como redactar el titular: La Sala de Santo Domingo abresus puertas a la obra de un buen escultor, o La Sala de Santo Domingo se encierra con la obra de un maestro, insigne y tal y tal?

Lo veo como las boas del principito que acaban de tragarse un elefante, abiertas y cerradas, yo, limitado de imaginación y sangre azul, cerradas, como los más,solo veo un sombrero, chapeau, pero abiertas bien sé que es una serpiente y lo que deglute en su interior.

Si esta imagen hiere sensibilidades por su carácter de corte y autopsia, paso al ejemplo entrañable de cajas y corderos de la misma estupenda narración.

Son muchas mis visitas a muestras en esta sala, Rodin, Jan Fabre, colección de la Caixa, Gargallo, 250 aniversario de la Plaza (La nombro por el ejemplo de comisariado, Merino y Teresa), hasta los buenos retratos de Ángel Luis. Claro que no siempre se puede estar al máximo nivel, tiempos aprietan, y dineros, y ganas de trabajar, parecen bajo mínimos. La cuestión es que el espacio más digno que ha dispuesto la comunidad salmantina, se quiere particularizar, que viene a ser como privatizar a un solo sujeto mientras el público carga con las pérdidas. La labor cultural también se concreta al culto a un solo artista, al que admiro, salmantino, en cierto y en incierto grado, universal.

Es evidente que cada uno tiene sus propias preferencias escultóricas, respetables supongo, las mías no lo niego las encabeza Ángel Mateos, pero este ya tiene un sorprendente museo que se hizo sin pedir nada a nadie, ni desvestir ningún tipo de santo. Luego, Núñez Solé, Mayoral, Venancio, Casillas, Sinaga? Y pintores de aquí no digo: Zacarías González (éste también tiene museo, más que pagado con su obra, a una entidad privada que creíamos que era de todos pero no), Ricardo Montero, Antonio Marcos, Ubierna, María Cecilia, Chomin, Méndez, Manzano, Abraido, Piñel, Segovia, E. Marty, Hugo Alonso, Iglesias? Tantos que quisiera ver desfilando solos o agrupados bajo diversos conceptos por esta hermosa sala que amenaza con cerrase a los más, a los que ya están ahí, y los que vengan si de lo que estamos hablando es de promoción cultural.

Lo que se necesita es una buena gestión de la sala, tomarle el pulso a la cultura de la ciudad, a lo que es digno de llamarse así porque nos ayuda a crecer y a vivir, a lo que se mueve, a lo que sigue vivo. Para ello hay que proponer, comisariar, y sobre amar eso que se está haciendo.

Espero que el equipo de Salamanca Ciudad de Cultura no tenga cerrado nada en este tema. Hasta confió en ello.

Sí me ha sorprendido que desde que se produjo la noticia casi todo hayan sido parabienes y peloteos sin ninguna discusión, es muy de mi ciudad más atenta a abrir o no abrir una puerta en una falsa muralla, últimamente la única puerta que se iba a abrir.

Pero volviendo a los elefantes que se tragan las boas sin masticar. Hay elefantes como los de Aníbal que no dejan crecer la yerba, elefantes en las cacharrerías y elefantes blancos que se esperan en los golpes de estado.

Sin acritud.