Vuela, vuela

El águila perdicera, Hieraeatus fasciatus, es una de las rapaces que mayor regresión ha sufrido en la Península Ibérica en los últimos años. En Castilla y León, concretamente, está catalogada como la rapaz más amenazada de ésta Comunidad. Según un estudio publicado, esta misma semana, en la revista de la Sociedad Americana de Ecología [http://bit.ly/1b9rmaR], y realizado por biólogos de la Universidad de Barcelona, el águila perdicera está en riesgo de desaparecer del norte de España.

Que todo está conectado en la naturaleza es algo que solemos olvidar. Dicho estudio ha puesto de manifiesto que "las poblaciones de águilas no están aisladas en la Península y hay una dinámica de fuente o sumidero a una escala espacial amplia en la Península", es decir, lo que ocurre a cientos de kilómetros, en Cataluña, afecta a la persistencia de la población local de águilas. Para llevar a cabo el informe, se sometió a seguimiento anual, durante los últimos 30 años, a las poblaciones europeas de águilas.

Una de las poblaciones castellano-leonesas, la más numerosa, se encuentra en la zona de Arribes del Duero. Tuve la ocasión de trabajar en el proyecto de conservación de la especie durante tres años. En esos años, y gracias tanto a los refuerzos de alimentos que se les dejaba, como a nuestra presencia física, "nuestras" parejas fueron capaces de sacar adelante todos sus polluelos, dos al año. Pero no es cuestión de poner bajo vigilancia a todas las parejas de águilas y sus nidadas. Aunque los suplementos alimenticios, un par de conejos semanales para que puedan tener las necesidades energéticas cubiertas, no es nada caro.

Otra especie de águila, la pescadora, Pandion Haliaetus, ha sido noticia también esta semana, pero por motivos totalmente distintos: su reintroducción en Andalucía, después de 30 años considerada como extinta [http://bit.ly/1arPwuA]. Desapareció como reproductora en la década de los ochenta, debido a la urbanización, la proliferación de pesticidas DDT y la caza. Su recuperación, además, supone un hito en la ecología hispana, al tratarse de la primera recuperación de un vertebrado extinguido en la Península Ibérica.

Vemos que, en todas las especies extinguidas, o en vías de ello, el principal causante es la mano, directa o indirectamente, del ser humano. En estos dos casos, es la mala gestión humana la que ha propiciado la situación de ambas especies, aunque en una de ellas parece factible su total recuperación. ¡Y no aprendemos!, basta con recordar la reciente extinción del bucardo ibérico,Capra pyrenaica pyrenaica, un teórico 6 de enero del año 2000; o la del dodo, Raphus cucullatus, de la Isla Mauricio, que se extinguió en 1662

Algunas personas, y no son pocas, no le encuentran sentido al proteccionismo ambiental, no digamos ya en época de crisis, poniendo de manifiesto el poder de la caza para generar dinero, sea mediante alojamientos, comidas, pertrechos, etc., sin caer en la cuenta de que, por ejemplo, el turismo de ornitología mueve anualmente, según estimaciones de la Bird Life International [http://bit.ly/1dQfoFw], en torno a los 65.000 millones de euros, con un total de 78 millones de viajeros? y Castilla y León es un paraíso para ellos, lo que convierte la protección medioambiental en un magnífico punto de apoyo de desarrollo rural, local o endógeno, como quieran llamarlo.