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Es.Tradición, la apuesta de la Biblioteca Pública Casa de las Conchas por la música tradicional: ...
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Es.Tradición, la apuesta de la Biblioteca Pública Casa de las Conchas por la música tradicional: ...

Actualizado 15/05/2021
Redacción

La Biblioteca Pública Casa de las Conchas inicia un ciclo de música tradicional mirando hacia la cultura ancestral transmitida de padres a hijos

Acaba la jornada de la Biblioteca Pública Casa de las Conchas, sin embargo, cuando se organiza una actividad, el trabajo sigue y todos los cuidados por la pandemia son pocos en este Mayo que se atreve a la cultura segura, apostando por volver a una normalidad llena de música. Músicas ancestrales que bajo el título "Es.Tradición" resulta una apuesta novedosa para el equipo que lleva magníficamente Nona Domínguez, directora de la Biblioteca. Se trata de volver a mirar desde la música, la memoria que nuestros ancestros transmitieron de padres a hijos, conservada gracias al trabajo de los investigadores y artistas que a lo largo de esta serie de conciertos mostrarán su trabajo con esta memoria revivida: podremos escuchar a Vanesa Muela, estudiosa de la tradición y multinstrumentista, Músicas da raya con su recorrido por esa Portugal cercana y nuestra, Triguiñuelas, con su espectáculo para los niños, depositarios de esta tradición que, en Salamanca, tan bien representan Mayalde, toda una institución en la música popular de nuestra tierra.

Y es nuestra tierra, compartida entre charros y gitanos, la que ha alumbrado la propuesta magnífica del folklorista y músico José Ramón Cid Cebrián, quien une en el espectáculo Charros y Gitanos, la riqueza popular de dos pueblos que se juntaban en los tratos para comprar y vender ganado y, sin embargo, se separaban para celebrar la fiesta y la música. O no? porque estos dos pueblos ancestrales, cada uno con su idiosincrasia, no solo hacían tratos en el mercado, sino que intercambiaban sones y toques entre tamborileros y cantaores. De ahí que el espectáculo sea un maridaje de estas dos ricas tradiciones, poniendo a dialogar a ambos pueblos encima del escenario. Un espectáculo que precisa de un vestuario cuidadoso, trajes y piezas de plata relumbrando sobre el cuerpo, erguido y lleno de dignidad, de los artistas, indumentaria tradicional que contrasta con la elegancia propia de los cantaores de flamenco, camisa negra y sobria y con los trajes, magníficos, parte de su arte, de la bailaora.

La alborada charra que anuncia la fiesta inicia el concierto, convirtiéndose en una alboreá gitana, canto ancestral de las bodas que se celebraban festejando la virginidad de la novia. Una buena prueba de esta mezcla de aguas donde la guitarra del maestro Nano Serrano se revela en toda su riqueza. Instrumentista reconocido y persona de una humildad maravillosa, Nano Serrano es todo un privilegio no solo para este espectáculo, sino para todo el panorama musical salmantino, y sin él no se puede entender este grupo perfectamente cohesionado que goza de tocar y bailar en compañía, porque se siente el afecto, la admiración y la alegría de jalear a la bailaora Alicia Almedia y a los fantásticos danzantes, Claudia Machado, maravillosamente vestida de albercana y una institución en la música popular salmantina: Poldo de Mogarraz, quien con sus ochenta y un años sabe tocar los pitos como nadie y es sobre el escenario el alma del baile charro.

A lo largo de las canciones, que nos recuerdan los sones salmantinos pasados por el tamiz maravilloso de la música gitana, reconocemos la historia de la provincia, la francesada que nos lleva a Don Julián Sánchez "El Charro" y sobre todo, a la mezcla, necesaria mezcla de dos pueblos en contacto. De ahí la importancia de dos voces que pertenecen a una saga inacabable de cantaores gitanos de Salamanca: Aarón y Dalila Salazar, voces en plenitud de facultades que se entregan no solo en las piezas que cantan, sino en ese jaleo y esas palmas que son otro instrumento a lo largo del espectáculo. Perfectamente unidos al baile impresionante de Alicia Almeida, las voces, el taconeo de la bailaora zamorana que interpreta cada una de las piezas dándole carácter y cuerpo, forman un todo punteado con la guitarra de Serrano, la gaita y el tamboril de José Ramón Cid Cebrián y los pitos y las castañuelas de los charros, Claudia Machado y Poldo.

Una historia que tiene canto de pájaros ?la interpretación de una de las piezas es un diálogo magnífico entre la guitarra y la gaita y el tamboril que nos recuerdan los sonidos de los mirlos, acompañados de los jadeos y palmas de los gitanos- fandangos, zambras y bulerías. Y no puede por menos Cid Cebrián, estudioso y divulgador de la música popular, que recordarnos que "fandango" viene del árabe "fonda", allí donde se encuentran los viajeros y se juntan para hacer una "zambra", otra palabra árabe para aludir a la fiesta de los moriscos con baile y bulla, término del que viene "bulería". Una labor que nos enseña y nos recuerda los nombres, Dámaso Ledesma, por ejemplo, de quienes recopilaron esta memoria viva que la Biblioteca de Las Conchas quiere celebrar en forma de conciertos. Una memoria que se hace cuerpo en la bailaora de flamenco, quien dialoga maravillosamente con los danzantes charros, mientras sus pies marcan el escenario en el pequeño y recoleto patio plateresco de esta joya nuestra convertida en Biblioteca que resuena magníficamente y esa es labor de otro músico fantástico del panorama salmantino, Ray Martín Luengo.

Tras el concierto, entregado, maravillosamente sentido, disfrutado y aplaudido, Alicia Almeida comenta que no podía creer estar bailando frente a las torres magníficas de la Clerecía. Torres que se asoman al patio de la Casa de las Conchas, prodigio diminuto de esta Salamanca donde dialogan las piedras y los pueblos, mientras suena la música ancestral de la gaita y el tamboril sabiamente llevados por un Cid Cebrián en estado de gracia. Si es cierto que el escenario influye, este concierto está marcado por las torres barrocas de la Clerecía, alzadas como se alza Alicia Almeida en el escenario, como se alza, magnífica, la voz de Dalila Salazar, la gracia, el carisma y la voz de su hermano Aaron mientras la guitarra, prodigio absoluto, de Nano Serrano hace fantásticos solos detenidos en un silencio de repente hermoso? que se quiebra con el taconeo de la bailaora, con las manos de Poldo de Mogarraz, vestido de fiesta, o con el impresionante sonido de la gaita o el tamboril que marcan el comienzo de otra pieza. Y como no puede ser de otra manera ante un público entregado, el fandango, el pasacalles y la fiesta nos deja ese sabor de boca alegre, nuestro y deliciosamente pícaro cuando recordamos a La Chana o Cid Cebrián nos cuenta que el lazo que lleva la charra albercana lo usaban las mocitas casaderas y se llama "Sígueme pollo".

Hay alegría y no solo por acudir, de nuevo, al patio de la música, de los libros, del teatro, de las conferencias que salen de la Biblioteca y se hacen espectáculo. Hay alegría porque la música popular nos celebra a todos, nos reconcilia con nuestra memoria, taconea el corazón y mueve la sangre que compartimos, pueblo nuestro, dejándonos llevar por el recuerdo ancestral de lo nuestro. Y las manos de Alicia Almeida, torres que se elevan, nos tocan, nos acarician y nos llevan más allá de la música? es la memoria que vuela? y que aplaudimos.

Charo Alonso.

Fotografías: Carmen Borrego y Fernando Sánchez Gómez.