Talentos sobresalientes
Decir que estamos en un mes de agosto atípico -el Emérito en presunta fuga y el coronavirus copándolo todo- no es ninguna pantomima. Para el mundo de la comunicación agosto siempre fue un mes en el que la sequía de noticias, con todo el personal de vaca
Lo del monstruo del lago Ness es un clásico que año tras año pululaba por los antiguos teletipos con ánimo de solucionar media página a un redactor primerizo. Hoy el sudodicho monstruo habrá tomado asiento en primero de Periodismo y ya no asusta a nadie.
Pero volvamos atrás y señalemos que incitar a la invención no es inventar. El periodista con oficio nunca inventa, siempre cuenta con una agenda donde se hallan esos individuos de latente actualidad (hoy mediáticos) a quienes sacar del letargo vacacional. Sin olvidar, claro está, esa otra opción del cajón de sastre, sitio donde duermen noticias que en días de abundancia carecieron de acomodo.
La invención es cosa de escritores. Incluso de periodistas escritores que separan con solvencia ambas facetas. Un ejemplo de ello lo tenemos en "Cándido" -así firmaba Carlos Luis Álvarez-, periodista y escritor ya fallecido, quien en una época en la que estaba de actualidad el conocimiento de la vida de los santos, escribió un libro inventando la vida de una veintena de beatos hasta conseguir que no fueran pocos los que rezaran por sus almas.
La anterior es una anécdota con mucho recorrido en los días de la Transición y, que sepamos "Cándido" fallece el 15 de agosto de 2006-, nunca fue desmentida por el interesado. Es más, quizá fuese un motivo que favoreciera el conocimiento de la agudeza de su pluma y su promoción literaria. Don Carlos Luis Álvarez "Cándido" llegó a ser reconocido con la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil.
Pero si hemos de recordar a un autor que se distinguiera casi en exclusiva en el mundo de los libros y con incursiones puntuales en la Prensa, no ha de faltar el gran novelista y dramaturgo don Ramón María del Valle-Inclán, insigne literato que tanto "juego" dio al ilustre don Francisco Umbral contando sus cuitas y sus gaitas, aunque en su tiempo don Ramón se bastaba para hacer su propia promoción.
Llegado de su Galicia natal a la capitalidad literaria por excelencia, pongamos que hablo de Madrid, Valle se despacha en la Prensa -Alma Española, 27 de diciembre de 1903- con una autobiografía a su gusto. Una información que dejó sorprendida a la intelectualidad de su tiempo, relato del que entresacamos el párrafo más atrevido:
"? A bordo de La Dalila -lo recuerdo con orgullo- asesiné a Sir Roberto Yones. Fue una venganza digna de Benvenuto Celline. Os diré cómo fue, aun cuando sois incapaces de comprender su belleza: pero mejor será que no os lo diga; seríais capaces de horrorizaros. Básteos saber que, a bordo de La Dalila, solamente el capellán sospechó de mí. Yo lo adiviné a tiempo, y confesándome con él pocas horas después de cometido el crimen, le impuse silencio antes de que sus sospechas se trocasen de certeza, y obtuve, además, la absolución de mi crimen y la tranquilidad de mi conciencia ?"
Por supuesto, ingeniosa mentira escrita con envidiable prosa por un ingeniero de la palabra -reconvertido en el célebre Marqués de Bradomín- que fue don Ramón María del Valle-Inclán.
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