David Leite leyendo sus versos en el Teatro Liceo de Salamanca (foto de José Amador Martín)
Se hace fuerte la escritura de David Leite, el más salmantino de los habitantes del Estado de Rio Grande do Norte, allá por el nordeste brasileño más próximo al continente africano. Tras publicar libros de poesía; ensayos históricos, literarios y jurídicos; artículos, guías sentimentales y crónicas de viaje, de lecturas o de vivencias (Cartas de Salamanca o Mi Salamanca. Guía de un poeta nordestino, forman parte de ese cargamento que lo ligan a esta capital del Tormes), nos sorprende ahora con su primera novela, 2020, una robusta 'criatura' de 223 páginas recientemente publicada bajo el prolífico sello editorial de Sarau das Letras, dirigido por el narrador y poeta Clauder Arcanjo, también vinculado a Salamanca a través de los Encuentros Poetas Iberoamericanos y por el convenio de colaboración con la salmantina Trilce Ediciones, cuando se trata de publicaciones en portugués y castellano.
¿Qué decir de su obra? Primero, que la leí de un tirón el pasado sábado. Este hecho, que pareciera algo menor, en mi caso es fundamental, pues usualmente me decanto por lecturas de libros de buena poesía o ensayo de alto voltaje filosófico: una novela tiene que engancharme para que, tras las cuatro o cinco primeras páginas, no la deje de lado. Y es que, salvo en el caso de los maestros del género, la prosa narrativa admite tanta hojarasca de relleno y, quien desee hacer o escribir una crítica de la misma, tiene que leerse numerosas páginas, sean malas o muy buenas. Cierto que cuando se trata de poemarios también hay ingentes libros de versos que no contienen ningún gramo de poesía; pero el proceso de selección es casi inmediato, pues basta hacer la cata en dos o tres poemas, y ya se conoce la temperatura de lo ofrecido.
Por ello me alegra escribir que David Leite ofrece una historia bien trabada, con unos diálogos perfectamente logrados, con un ritmo cadencioso que permite una lectura fluida, con un personaje (José Silvestre de Araujo), un cartero jubilado que se sumerge en sus recuerdos para hacer un recuento de la vida que tuvo durante sus cinco años dentro de la orden carmelita. Hay reflexiones que configuran la condición humana en todos los tiempos y lugares, como por ejemplo, cuando el protagonista comenta: "¡Ah, la envidia! ¡Cuán subjetiva, y muchas veces imperceptible! Después de un comentario sobre la brillante homilía hecha por nuestro padre provincial, percibí en las reacciones de algunos hermanos, gestos de envidia, con seguridad" (p. 74).
La historia es atractiva y no seré yo quien la desvele, entre otras cosas porque no soy, ni pretendo ser, un crítico de novelas: sí un lector muy exigente que, en este caso, ha quedado complacido con esta primicia narrativa del mossoroense David Leite, doctor en Derecho por la Universidad de Salamanca y escritor que va abriendo su propia senda en los diferentes deltas de la literatura.
Mi enhorabuena.
(Nota: Otra prueba de su 'corazón partío' entre Salamanca y Mossoró es que la novela está dedicada a la memoria de Fructuoso Mangas, quien fuera párroco de La Purísima; y también a Fray Tito Figueirôa de Medeiros, ambos fallecidos este 2020).
David Leite, Alfredo Pérez Alencart, Paulo de Tarso Correia de Melo y Luis Frayle Delgado (Foto de Jacqueline Alencar)
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