El poeta peruano Héctor Ñaupari leyendo en el Teatro Liceo (foto de José Amador Martín)
El poeta Héctor Ñaupari participó en el XXII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, que se celebró en Salamanca del 14 al 16 de octubre del pasado año
Hoy hago conocer otra de las grabaciones realizadas en el Colegio Fonseca de la Universidad de Salamanca durante el citado encuentro, organizado por la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes, y por mí coordinado. Es trabajo de Roberto Rodes (responsable de la asociación cultural zaragozana TheBooksmovie), y ha sido difundida desde el portal de la Fonoteca de Poesía Contemporánea. Dicho portal cuenta con más de mil registros sonoros de autores de habla castellana, además de otras lenguas. Esta labor es fruto de un acuerdo entre la coordinación de los encuentros y TheBooksmovie.
Aquí el enlace con los tres poemas grabados al poeta peruano:
https://thebooksmovie.com/hector-n%CC%83aupari/
Popescu, Alencart, el alcalde de Salamanca Carlos García Carbayo, Salvado, Colinas Ñaupari y Arcanjo (foto de Jacqueline Alencar)
HÉCTOR ÑAUPARI (Lima, 1972) Poeta, ensayista, abogado, conferencista internacional y profesor universitario. Fue integrante de los grupos literarios peruanos Neón y Vanguardia en los años noventa. Ha vivido y estudiado en Lima, Madrid, Salamanca, Quetzaltenango y Ciudad de Guatemala. Es autor de los libros En los sótanos del crepúsculo, Páginas libertarias, Rosa de los vientos, Libertad para todos, Sentido Liberal, el urgente sendero de la libertad, Liberalismo es libertad y Por esta libertad; es coautor de las antologías Poemas sin límites de velocidad, antología poética 1990?2002 y La hoguera desencadenada, antología poética del Movimiento Cultural Neón 1990?2015. En el 2001 obtuvo el Premio Internacional de Ensayo Charles S. Stillman de Guatemala. El año 2008 se alzó con la Mención Honrosa del Tercer Concurso de Ensayos Caminos de la Libertad, organizado por la Fundación Azteca de México, que también logró en su Quinta Edición, en el 2010. Poemas suyos fueron publicados en importantes antologías poéticas en España, Estados Unidos, México, Brasil y Perú. Malévola tu ausencia es su tercer libro de poemas.
Portada del libro, en el Colegio Fonseca de la Universidad (foto de Jacqueline Alencar)
DOS TEXTOS DE 'MALÉVOLA TU AUSENCIA'
SALAMMBO
Diosa
si el filo de la espuma está conforme
con el diseño de tus labios,
tu sonrisa repite lo levísimo
del azul que te dio vida perenne
Aníbal Núñez, Nacimiento de Venus
Y todavía está en mis pupilas tu rostro abandonándome.
Esa lágrima última, salada como el sudor que nos cubría cada
tanto, cada desenfreno callado, cada apalancarte en mis caderas
y mover al mundo entero, nuestro mundo, a tu compás
deslavado e inmisericorde.
Y todavía sueño.
Sueño con calles estrechas o escaleras que descienden a la nada
en la noche, sin llegar nunca a la acera final, como esa tarde en
que por tu culpa, tu gran culpa, buscábamos desesperados el
cuarto definitivo de ese hotel laberíntico, centro de Lima a
media luz, semanas de no vernos y tanta prisa y ropa por dejar
abandonada como un lastre o un ejército en el que no se desea
combatir más, pero si pelear en nuestros cuerpos hasta
dejarnos la piel en la batalla y encontrarnos en el génesis de lo
que debimos ser y en tan pocos momentos fuimos.
Y todavía sueño.
Sueño con cada caricia tuya que está hecha
a imagen y semejanza de la primera, Salammbo.
Por eso soy un incendio que sucumbe.
Y todavía sueño. Me sueño condenado a ser tu sombra,
Salammbo: tan próximo a tu cuerpo y sin poder tocarte. Tan
estrechamente mirarte y verte pasar sin poder enhebrarme a ti
con cada uno de mis hilos. Hoy que somos enemigos severos
e implacables, nuestro amor yace al lado de tantas cosas
abandonadas y yermas, olvidado cariño al que ninguno llama.
Tan sólo imagina la daga de la memoria enterrada en el corazón
y cuya hoja, oxidada ya, hecha una con el cuerpo, se saca
arrasándolo todo para volverse a clavar en la misma llaga.
Maldita sea esta nostalgia tuya que me acuchilla el corazón,
Salammbo.
Y todavía te sueño arrebatada en los peldaños de mármol de la
casona donde nos tuvimos. Yo me fui del mundo, de mi
destino, me fui de ti, fui tu fantasma, y todo para qué. Aún estás
allí, llamándome desde tu boca que me abandona y se aleja.
Y todavía está en mis pupilas tu rostro abandonándome.
Ñaupari y otros poetas tras la lectura inaugural el el Teatro Fonseca (foto de Jacqueline Alencar)
CONSTANCE CHATTERLEY
Te estoy buscando, Constance, te estoy buscando.
En cada gota de la garúa que hizo infeliz a Melville.
En cada paso de los años
también por el vientre desnudo de los claustros,
que se hallaban igual de desnudos que tus caderas, hermosas y fieras,
acezantes, febriles y acombadas como el tigre de Blake, o el de Borges.
Te estoy buscando, Constance, te estoy buscando.
Para volver a amordazar tu boca y hacer de nuestro amor
lleno de tierra y hojas secas un condado de silencios y cadáveres exquisitos,
una ruta de heridas apenas curadas en tu piel,
un rosario de mentiras para que tu marido no se entere,
Y así te busco, Constance,
¡Oh cómo pugnaba tu lengua por salir de la trampa!
¡Oh cómo no poder liberar tu boca pues sería la mía devorada!
Ante ti, bacante mía, mi lengua arrebatada de raíz
como una rosa en el ojo de un huracán, consternado la veía sangrienta
en tu úvula espléndida, mis dientes y mejillas sometidos a tu capricho,
ah Perséfone de mis crepúsculos más siniestros.
Te estoy buscando, Constance, te estoy buscando.
Te busco sin hallarte en esos momentos nuestros,
cuando tus manos eran noches cada vez más nocturnas,
cuando tus muslos eran tallos cada vez más frágiles temblando
entre mis piernas,
Cuando nuestros labios se parecían tanto a las jóvenes extraviadas
en el laberinto de Creta de nuestros besos,
Cuando decías, sé mi Minotauro, embísteme sin tregua,
come mi carne, bebe mi sangre,
libérame de una vez de este estupor cotidiano,
apártame de este maldecido calvario de días que se suceden,
todos iguales.
Quiero ser libre, musitabas, quiero estar sumergida s
in cesar hasta tus más álgidos vellos, gritar más allá del frenesí del vino,
como una Ménade delirante.
Quiero que seas mi mujer y yo tu hombre, rogabas,
el que rasga tus vestidos y te hace suya sin ningún juego previo
y sin pedir permiso.
Quiero invadirte como las olas a la orilla del mar o el olvido al tiempo.
Quiero acercarme a ti hasta que no exista más distancia entre nosotros
que tu cuerpo en el mío y el mío en el tuyo.
Quiero abandonarme en tu sexo imparable como una inundación
hasta la eternidad sin pausas que se prometen los amantes
que nunca más volverán a verse.
Y quiero que, cuando agotados todos los susurros que del fuego vienen,
cuando se hayan vueltos negros por el hollín de la chimenea
donde nos conocimos y fuimos otros, o tal vez los mismos,
sólo queden flores como poemas en tus venas.
Y así te busco, Constance, Constance,
desenredándote en mi pecho, en mis huesos, en mi espalda,
te busco en el borde de la cama donde tomaba tus muñecas,
para tensarte y contraerte como un músculo expuesto,
donde te bebía, copa mía, hasta dejarte vacía,
donde te encendía, tea insondable, para no dejar sino cenizas.
Te estoy buscando, Constance, te estoy buscando.
Repaso con mi lengua y mi cuerpo todo el frío piso
donde te sometía bruscamente como la tormenta del otoño.
Te estoy buscando, Constance,
en el recuerdo de la curva rotunda de tu culo perfecto,
alzado
vibrante
dispuesto
viniendo a mí arrogante como los ejércitos de Jerjes dispuestos a morir en su entrega,
como moría yo cada tarde en tus brazos.
Y ahora que muero, en la penumbra, será tu nombre
la última palabra que mi boca pronuncie:
Constance
Constance
Constance.
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