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El Cisne Negro
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El Cisne Negro

Actualizado 28/04/2020
Fernando Robustillo

Nadie duda de que nada será igual después de la pandemia. No solo porque lo anuncien los gurús de la Política, de la Sociología o de la Economía, sino por los muchos ejemplos empíricos que así lo corroboran. Y en el plano de lo humano, para reflexionar es

Tengo en mis manos un libro, un gran libro, con el título "El Cisne Negro" (Ed. Paidos), que lo compré y leí hará unos diez años. Su autor es el filósofo e investigador libanés Nassim Nicholas Taleb, y lleva como subtítulo "el impacto de lo altamente improbable".

Tareb se autodefine como un "empirista escéptico", considerando que los científicos y financieros sobrestiman el valor de datos del pasado e infravaloran el peso de lo aleatorio en esos mismos datos. Esto puede parecer un enredo, pero sigan leyendo.

Como decimos, tenemos sujeto el libro de Taleb y, según sus postulados, deducimos que esta pandemia si en la actualidad no fuere un "cisne negro", sin duda es un "cisne gris". Taleb, como padre de este concepto, nos dice que cumple el requisito de la consecuencia: impacto humano y económico extremo, pero no cumple la exigencia de que sea una rareza, es decir, la imposibilidad de que algo así ocurra. Sin embargo, decimos nosotros que puede concebirse como un "cisne gris" (también habla Taleb de "cisnes grises"), ya que su aparición por una parte es caprichosa y por otra, conscientes de que puede suceder, se podrían amilanar las consecuencias.

Esto se explica porque durante muchos años se viene hablando en todas las escalas -nacional o internacional- de las epidemias. Como ejemplo contundente -recogido de Internet-, en nuestro país, en 2017 -el libro de Taleb es de 2010-, la Estrategia de Seguridad Nacional contemplaba las pandemias como "desafíos que se prevén".

Un "cisne negro" es la caída de las torres gemelas. ¿Cómo preverlo? ¿Y qué hacer caso de que alguien lo previera? ¿Estar permanentemente merodeando, por si acaso, con un caza? A quien lo aconsejara, le dirían que se dedicara a escribir novelas para Hitchcok, pues sería una ocurrencia parecida a la "broma" de los geles del presidente Trump.

Otros ejemplos en el libro: ¿Alguien podría prever el ascenso de Hitler y la posterior guerra? Nadie. ¿O el tsunami que se produjo en el Pacífico en diciembre de 2004? Nadie, tampoco. De haber sido esperado, ¿hubiera causado tanto daño? Ante esto, cualquiera puede pensar que con despoblar las zonas se habría aminorado el mayor de los daños: la pérdida de vidas humanas.

En otro orden de cosas, pensando en la vulnerabilidad de los datos, muchos proyectos que se realizaron antes de la pandemia, ¿tienen algún valor cuando pase esta? Así, señala Taleb, "hacemos proyecciones a treinta años del déficit de la seguridad social y del precio del petróleo sin darnos cuenta de que no podemos prever unos u otros ni para el verano que viene".

"Sobre ello -continúa Taleb- tenemos una enorme falta de conciencia". Y en resumen viene a decir que determinados profesionales creen que son expertos y, por la inesperada aparición de los "cisnes negros", de hecho, no lo son "aunque sepan contarlo mejor". Y para quienes crean saberlo todo, Taleb hace una advertencia: "Vivir en nuestro planeta, hoy día, requiere muchísima más imaginación de la que nos permite nuestra propia constitución".

Con lo dicho habrá quien piense que la pandemia es un "cisne negro" no suficientemente sustantivado y muy difícil de prever. Está en su derecho de creerlo. Pero al menos para la próxima -podría ser para todo el mundo- no existen excusas para que a los sanitarios y a todos los profesionales de la logística los coja sin los equipos apropiados.

La crisis financiera de 2008 está conceptuada como "cisne negro": fallaron todos los economistas y ninguno supo aventurarla. Paradójicamente, después todos sabían cómo salir de ella. Aquí, en nuestro país, los ricos se hicieron muy ricos y a peor, en escala, el pobre cayó en la indigencia.

Ahora, señores políticos, únanse ustedes, aparquen sus diferencias ideológicas y no dejen a nadie atrás. Escuchen más a quienes piensan que un trozo de trapo negro no es ahora prioritario.

Que no se hagan realidad los memes, por favor. Perdonen la broma, pero el día antes de salir los niños a la calle, recibo uno con una pregunta: ¿Al final pueden salir los niños o no? Y terminaba diciendo: Solo es para criticar lo que se haya decidido.

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