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Don Tomás García, un docente adelantado a su tiempo
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GALINDUSTE

Don Tomás García, un docente adelantado a su tiempo

Actualizado 20/01/2020
Redacción

Artículo de Rosa Isabel Sánchez en homenaje al histórico profesor de Galinduste

Hoy han sido un día inolvidable en muchos aspectos.

Se ha celebrado la Jornada de la matanza popular en Galinduste. Una jornada de hermandad, de risas, de bailes y de homenaje gastronómico (del colesterol mejor no hablamos). Pero sobre todo ha sido muy especial porque una buena parte de los asistentes hemos tenido el placer de compartir muchos recuerdos de la época más bonita de nuestras vidas, nuestra infancia. Hemos pisado de nuevo la plaza que fue nuestro patio de recreo durante la etapa escolar. La hemos recorrido de nuevo con las suelas de los recuerdos, de nuestras pequeñas botas de antaño. Así crecimos en un patio sin paredes, con absoluta libertad de movimiento. Aprendimos en libros que pasaban de hermano en hermano, de primos o de vecinos. Libros forrados con las hojas de los calendarios o de la capa intermedia de los sacos de pienso de las vacas, que era la que estaba intacta. ¡A nosotros nos va a enseñar la Greta a reciclar o a respetar el medio!

Así se forjaron los hombres y mujeres que ahora somos. Toda la magia de este día, ha sido posible gracias a un maestro, también en mayúsculas, que ha sido nuestro matancero de honor, en tan singular jornada.

Don Tomás García, un docente adelantado a su tiempo, con capacidad para tener en cuenta la diversidad, lo singular de cada uno de nosotros. Innovador, con vocación, comprometido. Tenía la capacidad de enseñar bien y de exigir reciprocidad, en todo aquello que nos enseñaba. Serio, riguroso, pero en la misma proporción que humano. En muchas ocasiones, se le escapaba esa sonrisa suya, asimétrica, tan característica, hacia un solo lado de la cara. Esto solo ocurría cuando no se daba cuenta, bajaba las defensas y nos dejaba ver su yo de verdad.

Los años nos han permitido entender, gracias a él, qué significaba ser un Educador con mayúsculas. El sabía trabajar las emociones, colaboró en nuestro desarrollo intelectual sin olvidar el desarrollo moral, haciéndonos crecer como personas. Tenía sobre sus hombros la responsabilidad de formar a los tres cursos superiores y todos a la vez, haciendo las veces de trampolín, para lanzarnos hacia la vida.

Entonces no se hablaba tanto de la adolescencia, y la verdad es que duraba mucho menos y no teníamos ese síndrome tan irritable que pasan ahora. Duraba lo que tenía que durar. Y era el pobre don Tomás el que tenía que lidiar con el revoltijo de hormonas. Nos ha recordado, entre risas, cómo tenía que soportar los primeros escarceos en el amor y la atracción entre sexos. Y todo ello llevado con magnífica mano izquierda.

Hoy hemos podido comprender cómo cristaliza la Educación y nos transforma en personas concretas. Él nos recordaba como los chiquillos que éramos cuando abandonábamos nuestra querida escuela de Galinduste y se ha encontrado con que varios ya son abuelos. Ha sabido, con mucha pena, que algunos estaban compartiendo este día desde mucho más arriba. Desde ese cielo limpio que acompañaba nuestros recreos. Y ha sido conmovedor como todos nos referíamos a él como don Tomás, y creo que ese don marca la diferencia. Un don que demuestra respeto, admiración, obediencia y credibilidad, y que, lamentablemente, hoy ya no existe en las aulas.

He recordado la suerte que tuve de sentir la emoción de aprender y de disfrutar de verdad. La huella indeleble que ha dejado en mi formación tanto académica como personal. Y he podido sentir la deuda con aquella estirpe de grandes maestros. Sirvan estas palabras de homenaje a un gran maestro.

Rosa Isabel Sánchez

18-01-2019

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