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La “resurrección de Franco”, con los anuncios y renuncios del Nuncio
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SECUELAS DEL FRANQUISMO (LXVIII)

La “resurrección de Franco”, con los anuncios y renuncios del Nuncio

Actualizado 11/07/2019
Ángel Iglesias Ovejero

Décimo séptimo capítulo de la serie de Ángel Iglesias Ovejero sobre 'Actitudes contrarias a la aplicación de la Ley de la Memoria Histórica'

La memoria histórica es algo demasiado serio para tomársela a broma, porque de desprestigiarla e ignorarla como disciplina ya se encargan sus adversarios e incluso historiadores académicos algo perezosos. Pero tampoco se puede pedir a sus defensores que permanezcan impasibles ante las insospechadas revelaciones esperpénticas de que hacen gala determinados contrarios a la aplicación de la vigente LMH (2007). En la actual coyuntura política y social del país tras las elecciones, desde hace semanas el pasteleo del trío derechista viene llamando la atención por la disputa que, Ciudadanos, Partido Popular y Vox, como buenos hermanos enemigos, mantienen sobre la renta (cargos y prebendas) del voto dormido del franquismo social, hasta el año pasado patrimonio del PP. Lógicamente, a pesar de los remilgos de CS, los arrumacos de PP y los desplantes verbales de Vox, dichas formaciones están llamadas a entenderse a nivel local, regional y nacional, si Dios no lo remedia, porque la exigencia de foto de familia por parte de los Voceras ya se ha visto que no era obstáculo insalvable, ante la perspectiva de nuevas elecciones, que siembra en ellas más temores que esperanzas. Nadie se cree que vayan tirar a la basura la suculenta tarta del reparto pastelero por niñerías semejantes sobre inexistentes o al menos invisibles divergencias ideológicas, después de haber pactado ostensiblemente en Andalucía.

En esta tesitura se produjo el inesperado protagonismo del Nuncio del Papa (o sea el embajador del Vaticano), Renzo Fratini, con una declaración singular sobre la exhumación fallida de Franco, que, sin embargo, para él equivalía a una "resurrección" del personaje, puesta en la cuenta negativa de Pedro Sánchez y su gobierno:

"Sinceramente, hay tantos problemas en el mundo y en España. ¿Por qué resucitarlo? Yo digo que han resucitado a Franco. Dejarlo en paz era mejor, la mayoría de la gente, de los políticos, tiene esta idea porque han pasado 40 años de la muerte, ha hecho lo que ha hecho. Dios juzgará. No ayuda a vivir mejor algo que ha provocado una guerra civil" (El País, 30/06/2019).

Este anuncio sorprendió bastante, no tanto por su temática o su retórica, más bien manidas y ramplonas, como por esa aparatosa formulación en boca del representante del Papa, en la que ponía en tela de juicio las leyes españolas. A Don Renzo, en nombre de los buenos sentimientos y la empatía con los incontables problemas humanos en el ancho mundo, no le parece bien que en España se cambien las ideas y se trasladen las reliquias del Dictador, y por tanto, se debe respetar la impunidad de sus crímenes en espera de la justicia divina y no hacerse preguntas sobre la responsabilidad de la guerra civil que le atañe en primer lugar. La novedad aparente estaba en los términos y el carácter inhabitual e intempestivo del anuncio, dado que los diplomáticos suelen tener por regla la discreción (en los nuncios papales esto es casi un apéndice del secreto de confesión). Y, por otro lado, monseñor Fratini, exteriorizó estas opiniones dos días antes de cumplir sus 75 años, fecha en que debía dejar la función y jubilarse. Sin duda, tenía necesidad de desahogar el cuajo que llevaba dentro (¿por la legislación progresista española sobre los procedimientos anticonceptivos, el matrimonio para todos, el divorcio, etc.?) y aprovechó la circunstancia de la próxima despedida para tirar por esos cerros de Cristo, como el fraile rebotado que, antes de colgar los hábitos, se venga de modo incruento de las repetidas y obligadas genuflexiones delante del prior ("para poco tiempo que voy a estar en el convento, me cago dentro").

La idea de "resucitar a Franco" tampoco es muy nueva (después de los intentos de no dejarlo morir en paz o de retrasar su muerte, por parte de sus familiares y allegados, que dieron mucho que hablar en 1975). En el período de la Transición "modélica" lo hizo el novelista F. Vízcaíno Casas (Y a los tres años resucitó, 1978), con un relato que tuvo un gran éxito editorial, lo cual revela que ya por entonces eran muy numerosos los nostálgicos del franquismo, incluso antes de que éste oficialmente desapareciera. Entre ellos suele ser una fantasía recurrente ("si Franco levantara la cabeza", "tenía que volver Franco, a ver qué hacían los separatistas", etc.). Y algunos o muchos devotos del pequeño gran hombre, tres años más tarde (23/02/1981), lo verían encarnado en aquel decimonónico y deslenguado valentón, escondido detrás de su bigote y su pistola para atemorizar a los padres de la patria ("¡Se sienten, coño!"). Un chiste cuartelero, que seguramente habría hecho mondarse al mismísimo D. Francisco Franco Bahamonde, describía a aquel figurón estrafalario como "el mejor veterinario de España" y calificaba de "cerdos" a los representantes de la Democracia. Sin embargo todas esas osadías condicionales eran simples pataleos, porque en todas ellas subyacía una inmensa frustración con respecto a lo que cabía esperar del mesianismo que atribuían al Generalito de la voz aflautada los fundadores y valedores del Nacional-catolicismo en 1936, emanación directa del "Glorioso Movimiento Salvador de España", acunado en Salamanca. Lo decíamos en 2008:

"No hace falta viajar mucho para comprobarlo, pues Castro Albarrán, magistral de Salamanca, en su Guerra Santa llegó a proclamar: "Dios se ha hecho Generalísimo nuestro" (Robledo 2007: 334). Una rápida ojeada por la literatura bélico-religiosa del momento brindaría un inmenso florilegio del que puede dar idea un breve espigueo extraído de la Antología de 40 años (1936-1975), de Carlos Fernández (cit. Garzón 2007: 81): "Enviado de Dios hecho Caudillo" (Esteban Bilbao), "El que no admita que la vida del Caudillo fue señalada por el Supremo Ser comete blasfemia" (general Bárcena Quesada), "Es el Hijo del Padre Todopoderoso" (Ernesto Giménez Caballero), "Franco es el enviado de Dios" (José Millán Astray), "Semidiós inasequible" (Josefina Maza), "Nunca he incensado con tanta satisfacción como lo hago con Su Excelencia" (cardenal Eijo Garay), "Franco es el Niño Jesús en el portal de Belén" (Fernández de Córdoba"), etc." (Iglesias 2008c).

[Quizá resulte innecesario añadir que los piadosos papas durante la guerra y la posguerra española, Pío XI y Pío XII, nunca condenaron estas herejías, blasfemias e idolatrías genuinamente hispánicas, pero tampoco tuvieron problemas mayores para acomodarse con los regímenes de B. Mussolini y de A. Hitler, en nombre de la "neutralidad"].

La reciente salida del Nuncio no encaja del todo en aquella perspectiva mesiánica del Difunto (desde 1975), pues implícitamente atribuye el mérito de la resurrección a Pedro Sánchez (que lleva nombre de un apóstol algo preguntón y respondón, además de bastante gallina y llorón). Pero la gracia no cayó bien en el gobierno español, que, como era de suponer, envió al Vaticano (3 de julio) una "queja formal por injerencia" en el asunto de la exhumación, debido a las declaraciones de Renzo Fratini a Europa Press. El causante del desaguisado no tardó en mostrarse compungido, en nuevas declaraciones a la revista Vida Nueva (4 de julio), con las habituales excusas sobre un malentendido ("donde dije digo, digo Diego"), poniendo de relieve que su intención no era "meterse en política" (siendo así que los diplomáticos no hacen otra cosa, discretamente, eso sí), para concluir con una afirmación temeraria: "Si piensan que la Iglesia es franquista, se equivocan"; porque esto es un renuncio que salta a la vista ("antes se coge al mentiroso que al cojo").

En efecto, la Iglesia nunca ha pedido perdón por su manifiesta colaboración con la dictadura y su franquismo histórico reverdece ahora mismo con su participación en las tácticas dilatorias para la exhumación del Dictador. La "neutralidad" que proclama (entre la familia Franco y el gobierno; de las familias de víctimas hace caso omiso) equivale a dejar las cosas como están o incluso empeorarlas, si el traslado es para sacar los restos de "la Basílica" y dejarlos en "la Catedral" (¿una promoción en espera de la canonización?). Y ello supone, simplemente, seguir colaborando en la exhibición de impunidad relativa a los crímenes franquistas y la exaltación o glorificación de su principal responsable en un lugar de culto católico, lo cual será así por mucho tiempo que pase, mientras no se ponga remedio. La historia en modo alguno consiste en el relato épico-hagiográfico del "Caudillo", abstracción hecha de su responsabilidad en los crímenes contra la humanidad, que son legalmente imprescriptibles y moralmente condenables por los siglos de los siglos. Así que, como venimos diciendo, estamos donde siempre:

Después de la desmemoria, la desvergüenza.

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