Tras una dilatada comida en Pinofranqueado, seguimos viaje a Hervás en el autobús contratado por la Asociación de Amigos de Unamuno. Allí nos esperaba una atentísima guía llamada Raquel, con quien empezamos un conmovedor periplo por la vieja judería, luego de pasar la Plaza de la Corredera e internarnos, bajando hacia el río, en una de las juderías mejor conservadas de España.
Recordaba que por esa Plaza ya allí había estado con Jacqueline, hace unas tres décadas, cuando visitamos el museo Pérez Comendador-Leroux, para asistir a una exposición recomendada por un amigo. Pero entonces no llegamos hasta el fondo de la judería, hasta el río, origen de la villa cacereña tan próxima a Salamanca, a esa Béjar de cuyo señorío era propiedad.
En una pequeña plazoleta, justo donde empieza la calle de Abajo, la guía nos explicó parte de la historia del asentamiento judío. Me senté en un banco, bajo un olivo traído de Israel. Allí, en una esquina, hay una placa que recoge los primeros cuatro versos del poema que Unamuno escribiera el 31 de agosto de 1930: "Hervás, con sus castañares,/recoletos en su falda/ de la sierra, que hace espalda/ de Castilla; sus telares/ reliquias de economía/ medieval que el siglo abroga,/ y en un rincón la sinagoga / en que la grey se reunía,/ que hoy añora la verdura de España, la que regara/con su lloro, -de él no avara-/el zaguán de Extremadura".
Luego fue el internamiento por una judería que hacia 1492, año del edicto de expulsión, albergaba al menos a 45 familias judías. Se sabe que salieron al destierro 13 familias y que las que se quedaron, tuvieron que hacerse conversos. Lo cual hicieron, al menos en apariencia, durante los primeros tiempos. Paseamos y apreciamos las calles Rabilero, de la Amistad Judeo-Cristiana, Sinagoga, del Moral, del Vado (donde se conserva la Casa de la Cofradía o Hospital de la comunidad de los cristianos nuevos) y volvimos a la parte alta por la calle de la Cuestecita, desde donde hay una atractiva vista parcial de la judería. Antes nos habíamos sentado para seguir escuchando algo de la historia, al lado de la Fuente Chiquita y próximos del puente sobre el Río Ambroz. Y antes también habíamos subido hasta lo alto de la Iglesia de Santa María, de origen templario, para apreciar la villa y, especialmente el frondoso castañar gallego de los montes que custodian Hervás.
Atardecía y era hora de volver a Salamanca. En el parque contiguo a la Estación de Autobuses, mientras esperaba con Jacqueline la hora de la salida, recordaba el comentario de Unamuno, escrito en una carta de 9 de junio de 1895 y dirigida a Pedro Mágica: "Pero ¿usted también la tiene tramada con los judíos. Yo, ¡es claro!, no los conozco, pero se dan tal maña los antisemitas que cuantas perrerías dicen de ellos sólo sirven para que se me vayan haciendo más y más simpáticos cada vez. Drumont ha hecho que les cobre cariño. Me gustan por no tener patriotismo y por preludiar el hombre del estado industrial".
Pasé por la calle más estrecha de España y pensé en tantos sefarditas, hermanos nuestros.
Fotografías de Jacqueline Alencar
Casa de la Cofradía
Vista parcial de la antigua judería
Parte del grupo de la Asociación Amigos de Unamuno, en la calle de la Cuestecita
Artículo de A. P. Alencart publicado en El Norte de Castilla
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