Perdieron la vida 31 niños y un adulto vecinos de las localidades de Carrascalejo de Huebra, La Sagrada, San Muñoz, Ardonsillero y Muñoz
Doblaban las campanas de Muñoz y el eco de sus tañidos rompía los silencios de sus calles mientras comenzaban a congregarse en el Parque de los Niños las cerca de trescientas personas que acudieron para recordar a los treinta escolares y un adulto que, justamente cuarenta años atrás, fallecieron en ese lugar. En el accidente sufrido por un autobús escolar que trasportaba a los niños de Carrascalejo de Huebra, La Sagrada, San Muñoz, Ardonsillero y Muñoz hasta el Colegio Público 'Nuestra Señora de los Remedios', de La Fuente de San Esteban y fue arrollado por una locomotora en el paso a nivel de esa localidad.
Bajo los fríos habituales en estas fechas que abren el telón del invierno, la emoción se adueñó de padres y supervivientes, junto a autoridades y numerosos vecinos de la comarca. Indescriptible el encuentro de Florencia Martín ?alcaldesa de La Sagrada y que perdió a su único hijo- con Pedro Vaquero ?de Ardonsillero y que vio morir a dos hijas y otra quedó gravemente herida-; o el de tantos padres como acudieron al acto con los sentimientos a flor de piel. También numerosos supervivientes que volvían a encontrarse tras haber sido protagonistas de la tragedia más grave sufrida en el Campo Charro a lo largo del siglo XX. Otros se perdían ensimismados en los recuerdos, caso de Emilio Castaño, de La Sagrada, que se abrazaba a los árboles bautizados con el nombre de Vicente y de Vidal, sus hermanos fallecidos en la tragedia, porque ese Parque de los Niños está integrado por treinta y un árboles que llevan el nombre de los fallecidos. También paseaba con la mirada perdida en el horizonte Miguel Ángel Herrero, el gran picador de toros, que viajaba en aquel autobús de la muerte, junto a sus hermanos. Otros rememoraban escenas de un percance que revoloteará en sus adentros hasta que llegue su último suspiro. Y cerca de todos don Pepe Madruga, querido profesor del colegio de La Fuente de San Esteban que volvía a revivir tanto dolor.
Organizado por el Ayuntamiento de La Fuente de San Esteban, con su alcalde, Manuel Rufino García Núñez, al frente, junto al resto de la Corporación municipal, estuvieron presentes las principales autoridades de la provincia encabezadas por el presidente de la Diputación, quien previamente saludó a todos los padres y supervivientes; subdelegado de Gobierno, delegado de la Junta de Castilla y León, diputados provinciales, mandos de la Guardia Civil, delegado de Educación, representante de bomberos de Salamanca y de Ciudad Rodrigo?
Manuel Rufino García Núñez, durante su disertación, en emotivas palabras, recordó el terrible impacto que causó el accidente y también la solidaridad vivida para ayudar a los damnificados. Acabó leyendo el nombre de los fallecidos, donde el llanto afloró entre padres, hermanos y resto de asistentes. Junto en esos momentos pasó una solitaria máquina de tren, en dirección a Salamanca, mientras el corazón de los presentes se encogió en un largo silencio.
Hubo bellas palabras de recuerdo a cargo de los representantes institucionales y del catedrático José Manuel Regalado, hijo de Muñoz, leyó un bello poema, al igual que también la escritora Isabel Bernardo. Además se rememoró una poesía escrita en su momento por Ángeles Bernal ?conocida comerciante de La Fuente de San Estaban ya fallecida- que fue publicada a los pocos días del suceso en el semanario La Voz de Miróbriga y leído, en esta ocasión, por la superviviente Dolores Alonso.
Como epílogo del acto dos supervivientes, Manolo y Miguel Ángel Herrero, descubrieron la placa, situada en un monolito de cinco piedras ubicado en la mitad del parque y que representan los cinco pueblos damnificados, donde quedan reflejados los nombres de los treinta escolares y el adulto que perdieron la vida. Inmediatamente Belén Vaquero, de Ardonsillero y que resultó herida de máxima gravedad, depositó un ramo de flores para testimoniar a la generación de jóvenes del Campo Charro que, hace justamente, cuarenta años perdió la vida en ese paraje. Y en cuyo recuerdo previamente doblaban las campanas de Muñoz, mientras el eco de sus tañidos rompía los silencios de sus calles.
Texto y fotos: Paco Cañamero