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La bella historia de las Cantarinhas
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EN EL NORDESTE DE PORTUGAL

La bella historia de las Cantarinhas

Actualizado 09/05/2018
Raquel Martín-Garay

Este objeto de barro es una figura emblemática de la tierra trasmontana, y la feria que lleva su nombre, uno de los eventos anuales más arraigados, vinculado a las costumbres sociales y a las labores del campo

Al comenzar mayo, los pequeños cántaros de barro, 'cantarinhas', vuelven a ser protagonistas de las calles de Bragança, de la decoración de sus casas y de la renovación de sus tradiciones. Regresan para recordarnos que la época de la siega está próxima, que los días más largos del año ya están aquí y que, en esas prolongadas jornadas, las labores del campo serán intensas y será necesario tener a mano un buen cántaro de agua fresca.

Pero las cantarinhas también evocan la mejor estación del año para el romance. En una tierra de labradores y ganaderos, regalar una pequeña cantarinha a una muchacha, tradicionalmente significaba una proposición de noviazgo.

Estos cántaros de barro, esmaltado o sin esmaltar, que encontramos por todos lados durante estos días de mayo en Bragança, son un símbolo de esta tierra y, a la vez, continúan siendo un objeto doméstico práctico, algo semejante a nuestros botijos.

El cántaro de barro conserva el agua fresca, incluso en los días de más calor, que a partir de ahora abundarán. En un tamaño más reducido, son el regalo que, en esta época, el muchacho le hacía a la chica, dándose inicio, de esta forma, al noviazgo. Hoy en día, los padrinos y madrinas les ofrecen cantarinhas a sus ahijados, los familiares y amigos se las regalan entre ellos y los estudiantes universitarios brigantinos las lucen en sus capas académicas.

Así, año tras año, la casa se llena de cantarinhas en mayo. Según reza la tradición, recibirlas trae suerte.

La bella historia de las Cantarinhas | Imagen 1La Feria de las Cantarinhas, que se celebra el primer fin de semana de mayo en Bragança, proviene de la Edad Media. En esa época, se desarrollaba dentro de la ciudadela, siempre el día 3, día de las Cruces de Mayo. Hasta la capital llegaban aldeanos y aldeanas de toda la comarca a vender sus productos, sobre todo, legumbres, patatas y otras hortalizas. También aquí exhibían sus productos los mejores artesanos de la región y estaban representadas todas las profesiones: herreros, quincalleros, bordadoras, tejedores, alfareros,? El día de la feria, el 3 de mayo, todos vendían y compraban; era la ocasión de aprovisionarse de esquejes y semillas para plantar, de comprar las cántaras para el transporte de agua y un día festivo en el que adquirir algún recuerdo para los más queridos antes de regresar al pueblo.

Hasta épocas recientes, la Feria de las Cantarinhas continuó ocupando el espacio de la ciudadela de Bragança, dentro de las murallas, sin embargo, la afluencia masiva por parte de expositores y público, hizo necesario reubicarla en lo que es hoy el centro social y económico de la ciudad: las calles que van desde la Plaza de la Catedral hasta el río y hasta el Parque de la Avenida João da Cruz.

El origen medieval de esta feria y el hecho de que se haya mantenido hasta nuestros días constituye, por sí solo, un factor significativo de lo que representa para los habitantes de estas tierras.

Las mejores cantarinhas, las de Pinela

En toda la región es conocido el pueblo de Pinela por sus artesanos del barro. Hace décadas, no había casa en la que alguna de las mujeres de la familia, no se dedicase a la producción de estas piezas, siempre de carácter práctico. Y es que, eran las manos de mujer las creadoras de estos cántaros.

Hoy en día sólo queda en Pinela una alfarera que se dedica al oficio. Julieta Alves recuperó con fuerza la tradición hace más de diez años, pero se lamenta de no tener discípulos que quieran aprender este arte.

La fama de las cantarinhas llegó, sin embargo, a través de la ciudad de Bragança, y no con los cántaros para el agua, sino con esos otros pequeños cántaros que comenzaron a regalarse a los niños y a las novias y que se compraban en la Feria de Bragança el 3 de mayo. Pasó a tener sólo una utilidad decorativa y, ha sido esta costumbre de regalarlos, lo que ha hecho que pervivan y los ha convertido en toda una tradición puramente brigantina.

Hoy en día se venden a miles en los numerosos puestos que hay en la feria, procedentes de la región de Bragança y de todas las regiones del país.

En estos días de mayo, es un delicioso capricho pasear por Bragança. Con la Sierra de Montesinho al fondo, la vista de la campiña que rodea la ciudad nos sorprende en el recodo de cualquier empinada calle. El castillo, desde lo alto, es la imagen perenne de la fisonomía de la villa.

Un paseo por las orillas del río Fervença se vuelve más que apetecible. Esta zona se ha convertido en una de las más atractivas y luminosas de la ciudad.

Bragança está verde estos días, aparece límpida, sosegada, fresca, con una luz muy especial. Consigue que sus espacios se perciban abiertos, incluso los cercados por las piedras intramuros; el pasado celta, romano o judío sigue muy presente en cada una de ellas. Bragança es una sorpresa agradable, que mezcla naturalmente tradición y modernidad.

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